En una entrada reciente hacía referencia a lo mucho
que me interesaba y me gustaba la literatura que se está haciendo en Francia
por su originalidad y por abrir nuevos caminos a la narrativa. Ahora tengo que
decir que, desde que la conocí sobre todo a partir de Sándor Márai, también me
encanta la literatura que se hace y principalmente la que se ha hecho en
Hungría. De ello he dejado buena muestra en el blog. Sin embargo, hacía tiempo
que no compraba ninguna publicación de autores húngaros y al ver este libro y
leer la contraportada me pareció que estaba ante un libro distinto.
Así es. Como escribe Andrés Ibáñez en su reseña para el abc.es: “«El expediente de mi madre» es un libro muy
extraño, a caballo entre el reportaje, el relato autobiográfico y la novela,
y no acaba de ser ninguna de las tres cosas. Está escrito siempre por caminos
oblicuos, moviéndose por las zonas de sombra, como un espía que traza un camino
extraño para no ser predecible, para que no resulte fácil seguirle.
(…) Es uno de esos libros en
los que a veces uno se pierde pero sigue maravillado, como el que se pierde en
un palacio. Su lenguaje es de gran exuberancia y riqueza.” (Subrayado en el original.)
Creo que aquí se
mencionan los principales aspectos del libro. Por un lado, la mezcla de
géneros, pero, además, la dificultad que se tiene a veces para seguir el
recorrido que hace al autor tanto en lo que a los hechos se refiere como a las
emociones que a él le procuran.
La historia, dicho de
una forma muy resumida, consiste en que Forgách descubre en un momento
determinado unos expedientes en los que aparecen tanto su padre como su madre
como “investigadores e informadores” de las fuerza de seguridad del régimen
comunista húngaro. Ambos eran judíos, nacidos en Israel pero profundamente
antisionistas. Primero fue el padre el agente secreto enviado a Londres a
principios de los sesenta. Luego lo fue la madre a partir de 1975 a raíz del
ingreso del padre en una institución psiquiátrica, es decir, hubo una especie
de herencia o relevo familiar. Forgách tuvo acceso sobre todo al expediente de
la madre donde descubre que hasta él mismo fue investigado.
De sus progenitores
dice en un fragmento que me parece muy bueno por lo bien que defina la
situación de ambos:
“Ellos dos eran habitantes de ninguna parte, ni de
Hungría, ni judíos, ni extranjeros, ni camaradas, ni compatriotas. Para ser
camaradas eran demasiado judíos, para ser judíos eran demasiado comunistas,
como comunistas eran demasiado húngaros, como húngaros eran demasiado
extranjeros.” (p. 362)
El autor va relatando la historia no de una
forma cronológica sino alternando momentos en los que habla de la labor de
espionaje de los padres, de la madre sobre todo, para lo que utiliza fragmentos
de los informes de los diferentes responsables que tuvieron, con elementos de su
biografía y de la biografía familiar. Mezcla así el lenguaje propìo de la
narración con el burocrático de los expedientes que de esta manera se ven casi como
una caricatura. En este aspecto sí tengo que decir que en más de una ocasión he
andado un tanto perdido y sin saber muy bien a qué hacía referencia lo que se
decía en dichos expedientes.
Evidentemente, tuvo que ser muy
duro para el autor descubrir no solo el papel de su madre, sino además el hecho
de haber sido espiado por ella. Así en un momento determinado aparece el
siguiente fragmento en nota a pie de página:
“Qué bien le habría sentado una cama limpia, hecha,
una buena taza de té caliente y algunas palabras cariñosas. La falta de
manifestaciones de anhelada delicadeza no puede sino suscitar la pregunta: ¿en
qué falló tanto la madre que ese deseo de amor solo tiene como resultado una
dolorosa maraña en algún lugar de su corazón o su cabeza?¿Le están sirviendo el
plato que cocinó? (p. 255) (Este texto aparece con el título de: Una madre
mezquina (¡) (1977) (todo ello sic)
De las críticas que la editorial reproduce en la
contraportada hay alguna expresión que me parece que define también muy bien el libro: “Memorias laberínticas” o “La prosa es densa, repleta de detalles,
viva…”. Esto es, no estamos ante un texto especialmente fácil que se pueda leer
deprisa como podría dar a entender el tema que trata, al contrario, a veces la
construcción de las frases, la prolija descripción de los edificios que hace en
otras ocasiones o incluso todo un capítulo de casi 40 páginas hecho en forma de
poema, hacen que la lectura tenga que ser muy atenta y, como decía antes, en
algún caso sin que esté demasiado claro a qué hacen referencia algunas de las
cosas que se leen.
Es un libro recomendable por el fondo y la forma,
pero también un libro que puede aburrir en varios momentos.
AndrásForgách, El
expediente de mi madre. Traducción Teresa Ruiz Rosas.
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