jueves, 4 de abril de 2019

El hijo espiado por la madre




En una entrada reciente hacía referencia a lo mucho que me interesaba y me gustaba la literatura que se está haciendo en Francia por su originalidad y por abrir nuevos caminos a la narrativa. Ahora tengo que decir que, desde que la conocí sobre todo a partir de Sándor Márai, también me encanta la literatura que se hace y principalmente la que se ha hecho en Hungría. De ello he dejado buena muestra en el blog. Sin embargo, hacía tiempo que no compraba ninguna publicación de autores húngaros y al ver este libro y leer la contraportada me pareció que estaba ante un libro distinto.
Así es. Como escribe Andrés Ibáñez en su  reseña para el abc.es: “«El expediente de mi madre» es un libro muy extraño, a caballo entre el reportaje, el relato autobiográfico y la novela, y no acaba de ser ninguna de las tres cosas. Está escrito siempre por caminos oblicuos, moviéndose por las zonas de sombra, como un espía que traza un camino extraño para no ser predecible, para que no resulte fácil seguirle.
(…) Es uno de esos libros en los que a veces uno se pierde pero sigue maravillado, como el que se pierde en un palacio. Su lenguaje es de gran exuberancia y riqueza.” (Subrayado en el original.)
Creo que aquí se mencionan los principales aspectos del libro. Por un lado, la mezcla de géneros, pero, además, la dificultad que se tiene a veces para seguir el recorrido que hace al autor tanto en lo que a los hechos se refiere como a las emociones que a él le procuran.
La historia, dicho de una forma muy resumida, consiste en que Forgách descubre en un momento determinado unos expedientes en los que aparecen tanto su padre como su madre como “investigadores e informadores” de las fuerza de seguridad del régimen comunista húngaro. Ambos eran judíos, nacidos en Israel pero profundamente antisionistas. Primero fue el padre el agente secreto enviado a Londres a principios de los sesenta. Luego lo fue la madre a partir de 1975 a raíz del ingreso del padre en una institución psiquiátrica, es decir, hubo una especie de herencia o relevo familiar. Forgách tuvo acceso sobre todo al expediente de la madre donde descubre que hasta él mismo fue investigado.
De sus progenitores dice en un fragmento que me parece muy bueno por lo bien que defina la situación de ambos:

“Ellos dos eran habitantes de ninguna parte, ni de Hungría, ni judíos, ni extranjeros, ni camaradas, ni compatriotas. Para ser camaradas eran demasiado judíos, para ser judíos eran demasiado comunistas, como comunistas eran demasiado húngaros, como húngaros eran demasiado extranjeros.” (p. 362)

 El autor va relatando la historia no de una forma cronológica sino alternando momentos en los que habla de la labor de espionaje de los padres, de la madre sobre todo, para lo que utiliza fragmentos de los informes de los diferentes responsables que tuvieron, con elementos de su biografía y de la biografía familiar. Mezcla así el lenguaje propìo de la narración con el burocrático de los expedientes que de esta manera se ven casi como una caricatura. En este aspecto sí tengo que decir que en más de una ocasión he andado un tanto perdido y sin saber muy bien a qué hacía referencia lo que se decía en dichos expedientes.
Evidentemente, tuvo que ser muy duro para el autor descubrir no solo el papel de su madre, sino además el hecho de haber sido espiado por ella. Así en un momento determinado aparece el siguiente fragmento en nota a pie de página:

“Qué bien le habría sentado una cama limpia, hecha, una buena taza de té caliente y algunas palabras cariñosas. La falta de manifestaciones de anhelada delicadeza no puede sino suscitar la pregunta: ¿en qué falló tanto la madre que ese deseo de amor solo tiene como resultado una dolorosa maraña en algún lugar de su corazón o su cabeza?¿Le están sirviendo el plato que cocinó? (p. 255) (Este texto aparece con el título de: Una madre mezquina (¡) (1977) (todo ello sic)

De las críticas que la editorial reproduce en la contraportada hay alguna expresión que me parece que define también muy bien el libro: “Memorias laberínticas” o “La prosa es densa, repleta de detalles, viva…”. Esto es, no estamos ante un texto especialmente fácil que se pueda leer deprisa como podría dar a entender el tema que trata, al contrario, a veces la construcción de las frases, la prolija descripción de los edificios que hace en otras ocasiones o incluso todo un capítulo de casi 40 páginas hecho en forma de poema, hacen que la lectura tenga que ser muy atenta y, como decía antes, en algún caso sin que esté demasiado claro a qué hacen referencia algunas de las cosas que se leen.
Es un libro recomendable por el fondo y la forma, pero también un libro que puede aburrir en varios momentos.

AndrásForgách, El expediente de mi madre. Traducción Teresa Ruiz Rosas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario