De los siete libros que si no estoy equivocado se
han traducido de Claudel he leído todos excepto el titulado Aromas. Me gustaron más los primeros que los últimos que son,
precisamente, los que aparecen comentados en el blog dado que los otros son
anteriores a su existencia. Desde luego Almas grises me encantó y lo mismo me sucedió con La nieta del señor Linh, pero las
últimas experiencias me hacían dudar ante esta nueva publicación. Me decidió
finalmente el pensar que un tema como este, la inmigración, seguramente sería
bien tratado por un autor de la sensibilidad demostrada por Claudel.
Me alegro de la decisión porque se trata de una
novela que consiste realmente en una fábula sobre el tema con los dos elementos
característicos de toda fábula: su carácter didáctico y su crítica de una
realidad.
Ninguno de los personajes que aparecen en el libro
tiene nombre propio y se nombran bien por su profesión: el Médico, el Cura, el
Alcalde, el Maestro; bien por alguna otra característica como, por ejemplo, la
Vieja. Me parece muy buena idea si una de las cosas que pretende el autor es
que el lector se sienta interpelado por lo que sucede en esa pequeña población
de una isla mediterránea ante la aparición en una playa de los cuerpos muertos
de tres jóvenes que “no habrían cumplido los veinte años.”
Los habitantes de la isla están pendientes de las
inversiones de un grupo externo que desarrolle la actividad turística de su
pequeña población y piensan que el hecho de que aparezcan cadáveres en sus playas
puede condicionar esas inversiones.
Ya tenemos los principales elementos para que se
organice la trama de la novela que consiste en ver las consiguientes reacciones
de los diferentes protagonistas que, sin que esto suponga hacer spoiler, no serán precisamente muy
positivas.
Dice Diana Fernández en su corta pero interesante
reseña en lanacion.com.ar:
“La atmósfera es opresiva; las descripciones, impiadosas;
los personajes, anodinos, cuando no infames. El crujir de este tiempo cruje en
una novela tan bellamente escrita como carente de esperanzas.”
Lo reproduzco porque están magníficamente captados
y resumidos los principales aspectos: la atmósfera (precisamente
una de las grandes virtudes de este autor es la creación de atmósferas), los
personajes tan negativos y la falta de esperanza. Esta falta de esperanza no se
debe solo al comportamiento de los habitantes de la isla, sino que Claudel amplía
el foco y así deja la siguiente impresión en la mente del Médico cuando
enciende el televisor y aparece hablando un político:
“Lo
sorprendía que los políticos hablaran en mitad de la noche: ¿Para quién? ¿Y por
qué? No se animó a a subir el volumen para averiguarlo, porque sabía que ni
aquél ni ningún otro tenían nada que decir, nada profundo ni profundamente
necesario sobre la marcha del mundo, como las cosas que uno puede encontrar,
por ejemplo, en los libros. Pero el trabajo de esa gente es hablar todo el rato,
hablar y nunca escuchar a quienes les
hablan, nunca parar de hablar, de vivir en las palabras, incluso en las más
huecas, que se convierten en ruido estéril y engañoso, en un canto de sirenas
moderno.” (p 51-52)
Tampoco sale muy bien parado el Cura y por ende la
religión. Sin embargo, quienes realmente salimos mal parados somos realmente
los habitantes de otro archipiélago llamado Unión Europea, un archipiélago de
prosperidad en un mundo en el que esta no constituye la experiencia de la
mayoría de sus habitantes, un archipiélago que solo piensa en poner fronteras y
barreras a la llegada de gente de otros continentes.
A lo largo de estas doscientas páginas, que se leen
prácticamente de un tirón, como lector me he sentido interpelado y,
sinceramente, no sé cómo curar la mala conciencia que me he quedado. Así que el
autor ha logrado lo que seguro que es uno de sus objetivos principales.
Hay una interesante entrevista en abc.es de Inés Martín Rodrigo con el autor muy centrada en su visión del tema de la inmigración.
Philippe Claudel, El archipiélago del perro. Traducción José Antonio Soriano Marco
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