A pesar de que ya lleva varias novelas publicadas,
desconocía totalmente a este escritor. No tiene nada de extraño porque no suelo
prestar demasiada atención a los escritores españoles, algo parecido a lo que
me sucede con los anglosajones. No obstante, de vez en cuando leo libros de
ambas procedencias y, además, es bastante habitual que me gusten, sobre todo,
si se salen de los tópicos con los que tengo marcadas ambas literaturas. (Sí,
es cierto, hay un componente maniático e irracional, pero también de cansancio
de muchas lecturas en otra épocas.)
De este libro me llamó la atención el título y los
comentarios que la editorial recoge en la faja que acompaña al libro como, por
ejemplo, este de Manuel Vilas:
“Esta novela rabia por los cuatro costados, es sátira
de la buena, e inventa una clase social llamada “Mochufa”, una palabra que una
vez leída no olvidas jamás, porque vivimos rodeados de mochufas.”
Este comentario me recordó, por lo de la rabia y la
sátira, la novela Lectura fácil de
Cristina Morales que es uno de los textos que más me gustó e impactó el año
pasado. Esto me animó y no me arrepiento.
Lorenzo ha escrito un libro con un interesante
contenido, pero sobre todo con una gran libertad gramatical y de lenguaje. En
este aspecto crea multitud de palabras que vienen a cuento y reflejan muy bien
lo que quieren significar. Algunos ejemplos serían: Desnecesidad, desruido,
despresencia, desdesvalimiento… Otras, no siendo de su propia cosecha, sí es
cierto que no son de uso frecuente. Además, altera a veces los signos de
puntuación y la sintaxis, pero haciéndolo en general con sentido. Con todo ello
construye un mundo y una escritura que resulta enormemente personal y
fácilmente identificable. (Aquí surge otra vez la referencia a Cristina
Morales).
La historia que cuenta en forma muy resumida sería:
Manuel, tras atacar a un policía con un destornillador, huye de la ciudad a una
casa de un pueblo perdido y sin habitantes. Su tío, el narrador, le remite los
alimentos y útiles que necesita. Manuel encuentra allí la felicidad hasta que,
en un momento determinado aparecen unos urbanitas en la casa de al lado y…
(aunque no se trate de un thriller es
mejor no contar más)
Lorenzo aprovecha el personaje de Manuel para hacer
una defensa acérrima de conceptos como: soledad, silencio o austeridad; y una
crítica de los urbanitas que van al campo para convertirlo en una prolongación
de la ciudad, de algunas actuaciones policiales o del fraude de algunas
empresas (en este caso de teleoperadores). Eso sí, todo con un amplio sentido
del humor y cariño hacia algunos de los personajes.
Dejo a continuación tres fragmentos que son un
magnífico ejemplo tanto de la vida de Manuel y sus deseos, como de la forma de
contarlo de Lorenzo:
“Que no quería comiditas complejas si para poder
adquirirlas debía acortar sus paseos, o interrumpir la lectura de los Austral,
o descuidar sus calabazas, o dejar de tirar con sus gomas, o levantarse de un
sitial en el que estaba mirando una nube con forma de Rusia. Porque esto era lo
que de verdad le interesaba.
(…)
Porque pasaba ratos mucho mejores en el mercado de
horas que en el de frutas y verduras. (p. 85)
“Estas banales eran las labores mejores, porque le
sumergían hasta las trancas en su actividad favorita: ensimismarse, como
quehacer central. Empapuzarse en su aquietamiento como un des-normal, un
ante-normal o un pre-normal, que era desde siempre su pasatiempo favorito.” (.
99-100)
“Su capital no crecía por adición, sino por
sustracción. Su riqueza señera era que no necesitaba pelas, ni gente, ni
afecto, ni reconocimientos ni ánimos ni amores.” (p. 109)
Un libro bastante recomendable. Hace pasar un buen
rato, tiene una escritura original y trata un tema cada vez más actual.
Hay una breve y buena reseña de Nadal Suau en
elcutural.com.
Santiago Lorenzo, Los asquerosos.
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