Este es uno de esos libros que caen en mis manos por
algo oído en la radio por casualidad y sin prestar demasiada atención, pero la
suficiente para que me quedase la idea de que se trataba del retrato de un
personaje peculiar e interesante.
Y así es. Aunque el libro empieza con la persona de
la poeta Emily Dickinson, la falsificación de un poema suyo y su subasta en
Sotheby’s, tema al que dedica los primeros capítulos, el verdadero protagonista
es Mark Hofman, el falsificador no solo de ese poema sino de multitud de
documentos históricos muchos de ellos relacionados con la religión mormona.
De él dice Worrall:
“Y Hofman no era un falsificador mediocre. De hecho,
en los largos años de la falsificación literaria nunca ha habido un
falsificador tan meticuloso en su investigación, tan diestro en la técnica, tan
malévolo en sus intenciones y tan grandioso en sus propósitos.” (p. 186)
A explicar su técnica tanto de imitación del papel y
la tinta, como de la propia escritura del texto del que se trate, dedica el
autor muchas páginas que, a veces, me han resultado muy difíciles de entender
porque es muy meticuloso y preciso en las explicaciones. No sucede lo mismo
cuando comenta las pretensiones que no eran solo crematísticas sino, en lo que
se refiere a la falsificación de documentos mormones, también en gran medida de
desprestigio de esa religión que era la de sus padres y la que le impusieron
desde niño. Precisamente uno de los capítulos que me han resultado más
interesantes es el que se dedica a explicar los orígenes de esa religión y de
su creador Joseph Smith.
El retrato de Hofman y, sobre todo, de su trabajo
como falsificador es el núcleo del texto y lo más apasionante, tanto por la
ingente y bien hecha labor de Hofman, como por el hecho de que nadie fuese
capaz de identificar que se trataba de falsificaciones a pesar de que algunos
textos los vieron los mejores especialistas en el tema. Además, hay otros
aspectos que también son muy interesantes, así: la impresionante labor de
Franklin para ordenar los poemas de E. Dickinson dada la forma en que los dejó
la escritora o la crítica a las empresas de subastas en general y a Sotheby’s
en particular, entre otros.
También como dice Guzmán Urrero en su reseña en cualia.es:
“Por las páginas de La poeta y el
asesino circulan las grandes pasiones humanas: el cinismo, la voluntad de
poder y la codicia, pero también la exquisitez y la sutileza.”
Un libro recomendable por su originalidad y por
tratar de alguien capaz de falsificar la firma de 129 personajes históricos
desde Lincoln a Daniel Boone pasando por Mark Twain, y de documentos que van de
un poema de Emily Dickinson a “El Juramento del Ciudadano”.
Hay una reseña muy completa e interesante de Ismael Rodríguez en lasoga.org.
Simon Worrall, La
poeta y el asesino. Traducción Beatriz Anson.
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