jueves, 21 de noviembre de 2019

Las secuelas de un atentado



Este es uno de esos libros que termino comprando y leyendo de tanto verlo expuesto en los estantes de la librería y después de haberlo tenido varias veces entre las manos, leído la contraportada (como siempre las de la editorial Anagrama animan a la lectura) y dejado en su sitio de nuevo. Sin embargo, llega un momento en que, sin haber leído ningún comentario ni reseña ni crítica, creo que por acumulación, me decido.
No voy a repetir aquí lo que he dicho bastantes veces en el blog sobre las novedades y aportaciones que están haciendo los escritores franceses a la literatura. Unos por la elección y el tratamiento de determinados temas como Vuillard o Deville; otros por el uso tan acertado de la no ficción con Carrère a la cabeza y otros, en este caso otra, como Ernaux por el uso de su vida como objeto literario en lo que ya se llama autoficción. A esta última categoría pertenece el libro que ahora comento.
Lançon estaba en la reunión de la revista Chralie Hebdo, en la que colaboraba, cuando se produjo el atentado que terminó con varios compañeros asesinados y él con un disparo que le destrozó la parte inferior de la cara dejándole sin un trozo de la mandíbula inferior y los dientes correspondientes.
De esa experiencia traumática en su origen y en sus consecuencias surge el libro. En él Lançon hace un difícil ejercicio de reconstrucción de lo que vio y, sobre todo, del proceso médico a que hubo de someterse para poder llevar una vida normal. Además, va intercalando reflexiones, recuerdos, sueños, lecturas, audiciones musicales, etc.,  combinándolas con el día a día de su estancia en el hospital y con las intervenciones quirúrgicas; más adelante también, con su recuperación y rehabilitación en Los Inválidos.
Así, podemos encontrar desde una durísima crítica a Daniel Ortega en apenas media página, a muchos comentarios sobre Houellebecq (principalmente sobre su obra Sumisión que se estaba presentando precisamente en la época del atentado), pasando por referencias a la música de Bach o los libros de Kafka o Proust. Además, todo ello entremezclado con muchos recuerdos.
No obstante, el tema central, el que ocupa la mayor parte del libro, es todo el proceso que se desarrolla en el hospital o en su estancia en Los Inválidos donde tienen un papel protagonista los diferentes profesionales que se ocupan de él y muy especialmente Chloé, la cirujana encargada de la reconstrucción de la parte dañada, con la que mantendrá una intensa relación. También aquí Marylin, su exmujer, y Gabriela, su compañera actual, tienen una presencia muy notable, como también la tiene su hermano.
A mí el libro me parece en gran medida un canto a la medicina y a quienes la practican, pues hasta para  la enfermera más gruñona tiene buenas palabras. Claro que hay que tener en cuenta lo que debieron de significar para el autor los nueve meses de estancia en los que, como afirma:

“Cambiar de habitación era cambiar de mundo, luego suponía también cambiar de vida.” (p. 211)

Quiero referirme ahora a dos capítulos en concreto: El 5, Entre los muertos, en el que relata los momentos posteriores al atentado, es un capítulo terrible que a mí me produjo un fuerte estado de ansiedad y al final del mismo tuve que contenerme para no llorar; por el contrario, el 13, La preparación (se refiere a la preparación para la gran operación), lo convierte casi en un diario y hace que me salga de la historia. Esto me ha sucedido también en otros momentos: en unos, porque lo que cuenta es demasiado técnico y no termino de entender qué es lo que le van a hacer y, en otros, porque es demasiado prolijo y detallista.
A partir de lo dicho se puede apreciar que el libro me ha provocado emociones fuertes dada la intensidad de lo narrado (un ejemplo más podría ser la descripción detallada que hace en la página 117 de su estado físico), pero que también, quizá debido a su extensión, 443 páginas, ha habido momentos en que me salía de la historia.
En cualquier caso, estamos ante un texto diferente que por algo fue un gran éxito de ventas en Francia y parece que lo está repitiendo en España.
Hay dos magníficas y muy completas reseñas que explican mucho más y mejor en lo que consiste el libro: la de Francesc Bon en unlibroaldia.blogspot.com y la de Daniel Arjona en elconfidencial.com.


Philippe Lançon, El colgajo. Traducción Juan de Sola.






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