Este es uno de esos libros que termino comprando y
leyendo de tanto verlo expuesto en los estantes de la librería y después de
haberlo tenido varias veces entre las manos, leído la contraportada (como siempre
las de la editorial Anagrama animan a la lectura) y dejado en su sitio de
nuevo. Sin embargo, llega un momento en que, sin haber leído ningún comentario
ni reseña ni crítica, creo que por acumulación, me decido.
No voy a repetir aquí lo que he dicho bastantes
veces en el blog sobre las novedades y aportaciones que están haciendo los
escritores franceses a la literatura. Unos por la elección y el tratamiento de
determinados temas como Vuillard o Deville; otros por el uso tan acertado de la
no ficción con Carrère a la cabeza y otros, en este caso otra, como Ernaux por
el uso de su vida como objeto literario en lo que ya se llama autoficción. A
esta última categoría pertenece el libro que ahora comento.
Lançon estaba en la reunión de la revista Chralie Hebdo,
en la que colaboraba, cuando se produjo el atentado que terminó con varios
compañeros asesinados y él con un disparo que le destrozó la parte inferior de
la cara dejándole sin un trozo de la mandíbula inferior y los dientes
correspondientes.
De esa experiencia traumática en su origen y en sus
consecuencias surge el libro. En él Lançon hace un difícil ejercicio de
reconstrucción de lo que vio y, sobre todo, del proceso médico a que hubo de
someterse para poder llevar una vida normal. Además, va intercalando
reflexiones, recuerdos, sueños, lecturas, audiciones musicales, etc., combinándolas con el día a día de su estancia
en el hospital y con las intervenciones quirúrgicas; más adelante también, con su
recuperación y rehabilitación en Los Inválidos.
Así, podemos encontrar desde una durísima crítica a
Daniel Ortega en apenas media página, a muchos comentarios sobre Houellebecq
(principalmente sobre su obra Sumisión
que se estaba presentando precisamente en la época del atentado), pasando por
referencias a la música de Bach o los libros de Kafka o Proust. Además, todo
ello entremezclado con muchos recuerdos.
No obstante, el tema central, el que ocupa la mayor
parte del libro, es todo el proceso que se desarrolla en el hospital o en su
estancia en Los Inválidos donde tienen un papel protagonista los diferentes
profesionales que se ocupan de él y muy especialmente Chloé, la cirujana
encargada de la reconstrucción de la parte dañada, con la que mantendrá una
intensa relación. También aquí Marylin, su exmujer, y Gabriela, su compañera
actual, tienen una presencia muy notable, como también la tiene su hermano.
A mí el libro me parece en gran medida un canto a la
medicina y a quienes la practican, pues hasta para la enfermera más gruñona tiene buenas
palabras. Claro que hay que tener en cuenta lo que debieron de significar para
el autor los nueve meses de estancia en los que, como afirma:
“Cambiar de habitación era cambiar de mundo, luego
suponía también cambiar de vida.” (p. 211)
Quiero referirme ahora a dos capítulos en concreto:
El 5, Entre los muertos, en el que
relata los momentos posteriores al atentado, es un capítulo terrible que a mí
me produjo un fuerte estado de ansiedad y al final del mismo tuve que
contenerme para no llorar; por el contrario, el 13, La preparación (se refiere a la preparación para la gran operación), lo convierte casi en un diario y hace
que me salga de la historia. Esto me ha sucedido también en otros momentos: en
unos, porque lo que cuenta es demasiado técnico y no termino de entender qué es
lo que le van a hacer y, en otros, porque es demasiado prolijo y detallista.
A partir de lo dicho se puede apreciar que el libro
me ha provocado emociones fuertes dada la intensidad de lo narrado (un ejemplo
más podría ser la descripción detallada que hace en la página 117 de su estado
físico), pero que también, quizá debido a su extensión, 443 páginas, ha habido
momentos en que me salía de la historia.
En cualquier caso, estamos ante un texto diferente
que por algo fue un gran éxito de ventas en Francia y parece que lo está
repitiendo en España.
Hay dos magníficas y muy completas reseñas que
explican mucho más y mejor en lo que consiste el libro: la de Francesc Bon en
unlibroaldia.blogspot.com y la de Daniel Arjona en elconfidencial.com.
Philippe Lançon, El
colgajo. Traducción Juan de Sola.
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