Esta es la primera
novela de las dos trilogías que la autora británica dedicó a la Segunda Guerra
Mundial. Parece ser que está inspirada en las experiencias que tanto ella como
su marido tuvieron en distintos lugares durante ese conflicto. En concreto,
esta novela se desarrolla en Bucarest desde el inicio de la guerra hasta la
toma de París por el ejército alemán.
Estamos ante un libro
muy en la tradición de la típica novela inglesa que empieza en el siglo XIX y
sigue en el XX. Novela con una detallada narración de hechos tanto
significativos como intrascendentes, con multitud de personajes que interactúan
entre ellos sin profundizar en la mayoría de los casos y con algunos momentos
dedicados a alguno de los debates que se desarrollaban en ese tiempo.
Dice la también
novelista Rachel Cusk en el Epílogo:
“La “gente” que
puebla las novelas de Manning es mucho más que un personaje literario: el
lector las ve como personas reales que por azar han sido incluidas en la
narración, igual que ocurre con los transeúntes atrapados por una cámara
fotográfica.
De hecho, la Trilogía Balcánica logra mostrar con
tanta fidelidad la vida realmente vivida
que a menudo resulta muy difícil distinguir la mano humana que le está dando
forma. Las aburridas conversaciones de los hombres y las cáusticas conversaciones
de las mujeres, las largas horas que Guy dedica a las discusiones políticas con
sus amigos de la Legación Británica, las veladas en los restaurantes, a veces
terriblemente tediosas y a veces muy divertidas, el aspecto de una habitación,
de una calle, de un escaparate, el lento discurrir del tiempo y de las
estaciones y, en particular, la forma en que la gente va y viene –llegando a
resultar bien conocida o conocida solo a medias- a través de un proceso que parece
completamente azaroso, (…)” (p. 443-444)
En este texto están
muy bien recogidas las principales virtudes del libro, pero también lo que para
mí es el principal defecto: la falta de interés de gran parte del texto, la
reiteración de escenas con el mismo sentido, la falta de profundización en las
relaciones entre tantos y, en algún caso, tan interesantes personajes. Por todo
ello, a mí la novela me aburre en muchos de sus 28 capítulos y de sus 439
páginas, a pesar de que también resulta interesante cuando trata temas como: la
fatuidad y superficialidad de la clase alta rumana y de muchos ingleses que
allí vivían; las diferencias sociales en Rumanía; los debates sobre la política
británica hacia ese país o la situación de los judíos. No obstante, no es
suficiente para superar el aburrimiento ya mencionado.
Por otro lado, la
autora es capaz de hacer retratos tan curiosos como estos:
“Pequeñas y robustas,
miraban con rostro impávido mientras blandían unos pechos y unos traseros tan
pesados como una buena porción de tocino.” (p. 42)
“Tampoco se inmutaba
el cochero, una especie de hogaza de pan de pueblo embutida en una bata de
terciopelo.” (p. 47)
Si bien son del
principio de la novela; luego se vuelve más “tradicional”.
De vez en cuando le
doy alguna oportunidad a la literatura anglosajona de la que fui en su día ávido
lector, pero como sucede en este caso no siempre sale bien parada.
Olivia Manning, La gran fortuna. Traducción Eduardo
Jordá.
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