Este
libro lo conocí por una mención que hace Xavier Aldekoa en su libro de
conversaciones con Alfonso Armada que hace poco comenté en este blog. Como me
fío mucho del criterio de ese magnífico periodista, que además conoce muy bien
el continente africano, enseguida lo compré. Ha sido un acierto.
Es
una novela difícil de definir y/o clasificar, suponiendo que algo así sea
necesario. Tiene mucho del realismo tradicional, pero también hay fragmentos de
cierto surrealismo y hasta de realismo mágico, además de momentos muy poéticos.
La
novela cuenta la historia de Ludo, una portuguesa que llega a Luanda en los
momentos de la independencia de Angola y la guerra civil posterior. Primero vive
con su hermana y su cuñado pero al marcharse estos, cierra una pared de acceso
a su vivienda y vivirá aislada casi treinta años. Escribe un diario, primero en
papel y luego con carbón en las paredes de la casa, del que Agualusa reproduce
algunos fragmentos. Además de este personaje central, en la novela irán
apareciendo una variada gama de secundarios en muy diferentes circunstancias.
Esta mezcla está muy bien explicada en la reseña de Santi en unlibroaldia.blogspot.com:
“Es posible que esta sea la gran virtud de la novela: la forma en la que se vincula lo individual con lo colectivo (el fin del colonialismo, la independencia, la guerra). A lo primero corresponden los capítulos sobre la vida de Ludo, incluidos aquellos que reproducen los pensamientos y poemas que escribe, en papel primero, en las paredes de su casa después; a lo segundo, multitud de historias sobre mercenarios portugueses, soldados angolanos, pícaros, enfermeras, periodistas, pastores, palomas mensajeras... Tantas historias, en esta segunda parte coral, que en ocasiones cuesta seguirles el hilo a todas, hasta que convergen y se cierran sobre sí mismas”.
Agualusa es un angoleño de lengua portuguesa que ha vivido tanto en Portugal como en Angola donde ahora reside. La sensación que yo saco de la novela es la de que está bastante defraudado con lo que sucedió tras la independencia, al menos esto es lo que deduzco de frases como las siguientes:
“No
me gustan los policías del pensamiento”. “Sólo me interesan las revoluciones que
comienzan por sentar el pueblo a la mesa”. “¡Un país donde hasta los locos se
enriquecen, incluso los enemigos del régimen, por fuerza tiene que ser muy
generoso!” (p, 74, 75 y 148).
Sea
como sea, lo relevante es que estamos ante una novela muy bien escrita y que
tiene los alicientes necesarios para que merezca la pena leerla. Hay momentos
de cierta perplejidad y, al menos en mi caso, de algo de desconcierto por lo
que sucede, pero no importa porque en general se sigue muy bien.
Es
un autor sobre el que habrá que volver.
José
Eduardo Agualusa, Teoría general del
olvido. Traducción Claudia Solans.
Muchas gracias por tu referencia a mi reseña. Desde luego, Agualusa es un autor muy interesante y al que conviene acompañar... Un saludo!
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