Estamos ante un libro
difícilmente clasificable con un título enormemente atractivo. Nada menos que
Siberia, ese territorio tan desconocido, y los pianos en relación con él. De
Siberia conozco bastante su extremo oriental, Kolimá, gracias a los relatos de Varlam Shalámov (por
cierto, una colección de libros algo más que recomendable) y del estupendo
libro sobre su viaje en auto-stop a través de esa zona del periodista polaco
Jacek Hugo-Bader.
La escritora
británica autora de este libro ha dedicado dos años de su vida a ir recorriendo
la zona de un lado a otro en busca de pianos de los que iba obteniendo alguna
referencia. Ahora bien, en el libro no se limita a contarnos qué ha sido de los
pianos, en qué estado se encuentran o quién es hoy su propietario; creo que no
hubiese sido demasiado interesante de haber sido así. Por el contrario, Roberts
escribe sobre diferentes aspectos que van desde la historia de Rusia y de la
URSS, a conciertos dados por grandes pianistas como Liszt o Rijter en distintos
lugares de Siberia; también entrevista a un conjunto de personajes originales y
a veces algo excéntricos y, lógicamente, narra variadas peripecias en un viaje
tan largo y por tierras donde la vida es bastante difícil.
El libro está
dividido en tres partes basadas en la cronología. Así, la primera abarca hasta
1917, la segunda desde esa fecha hasta 1991 y la tercera llega hasta el momento
actual. Es bastante extenso pues tiene 355 páginas de texto más otras casi 100
dedicadas a notas, referencias e índice
onomástico.
Hasta aquí el
contenido de un libro que se lee bien y que ofrece cosas muy interesantes al
lado, eso sí, de otras que lo son menos. A mí me han interesado sobre todo
cosas como lo que cuenta sobre los decembristas; la visita de Chéjov a la isla
de Sajalín; las diferentes referencias que hace al sitio de Leningrado o todo
lo que explica en la parte final sobre las islas del Comandante y las Kuriles.
Además, claro está, de algunos de los personajes con los que se relaciona en el
viaje. Sin embargo, me han faltado más informaciones sobre la vida actual, el
territorio y esos aspectos que siempre se tratan en los libros de viajes porque
creo que este libro en lo fundamental es un libro de viajes. También me
desconcierta el desorden con el que están estructurados algunos capítulos. Así,
por ejemplo, el capítulo 11 se inicia hablando de Stalin y Siberia, para pasar
a continuación a centrarse en un grupo étnico, los nenezos, del que hace un
análisis antropológico y también musical entrevistando a un compositor de esa
etnia que tiene piano, termina el capítulo hablando sobre la construcción en
los años del ferrocarril 501que iba siguiendo la línea del círculo polar.
En resumidas
cuentas, se trata de un libro original en su planteamiento aunque a veces
resulte un tanto confuso. Muchas páginas se leen con interés, pero hay otras
que quizá puedan interesar a especialistas en los pianos. A mí tengo que
reconocer que me ha decepcionado un poco porque, quizá erróneamente, me
esperaba otra cosa. Sí tengo que agradecer el conjunto realmente espléndido de
fotografías que se insertan en los diferentes capítulos incluyendo algunas
hechas en el siglo XIX.
Hay dos buenas
reseñas: la de Andrés Seoane en elcultural.com y la de Ricardo Martínez Lorca
en revistadeletras.net.
Sophy Roberts, Los últimos pianos de Siberia.
Traducción Ramón Buenaventura.
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