Continúo con la lectura de la obra de este magnífico
escritor colombiano que conocí hace apenas tres meses por su última novela y
del que voy leyendo hacia atrás, algo por otra parte que me sucede muy a
menudo.
En este caso se trata de la novela que ganó el Premio
Herralde de Novela de 2010, un premio que, a medida que voy conociendo
distintos textos ganadores, me voy dando cuenta de que lo suelen otorgar a muy
buenos escritores, bastante jóvenes y que, además, suele tratarse de novelas
bastante originales. Por ejemplo, la última que recuerdo es nada menos que Lectura fácil de Cristina Morales.
Aunque la editorial en la contraportada habla de un texto abierto
a múltiples lecturas, a mí me parece que es un texto que, bajo la forma de
thriller, hace una crítica despiadada de la política en un país imaginario,
Miranda, que no es demasiado difícil de identificar. Es curioso que en las
últimas páginas se reproducen unos correos que se cruzan personajes de la
novela en el año 2021 y en ellos están tachados los nombres de los lugares, lo que
indicaría la ocultación que se ha hecho anteriormente.
La historia es muy simple y curiosa. Se produce un atentado
al principal dirigente de la oposición y futuro candidato a la presidencia. El
narrador, alguien bastante anodino y solitario, al tener un gran parecido con
el fallecido es elegido por el círculo de este para sustituirle y presentarlo a
las elecciones. A partir de ahí se van a suceder multitud de momentos que
construyen el relato tanto en la preparación del elegido como, sobre todo,
porque este al final no resulta tan anodino como parecía. Se enamora
perdidamente de la hija del médico del fallecido, mantiene una firme amistad
con su guardaespaldas y, sobre todo, poco a poco los que lo apoyaban empiezan a
dejar de hacerlo.
En todo este proceso Ungar aprovecha para hacer una crítica
despiadada del poder en la que no faltan los militares, los medios de
comunicación, la policía, los políticos o los Escuadrones de la Muerte. Y a la
cabeza de todos el presidente Del Pito (ya el nombre tiene su guasa). En esta
crítica no falta el sentido del humor ni la fina ironía. Así, por ejemplo, en
el siguiente fragmento sobre un noticiario:
“La presentadora lo explica. Después suelta la lista
habitual de noticias inocuas. El vicepresidente ha comprado una faja reductora
de peso. Treinta y un campesinos de una zona petrolera han muerto,
aparentemente en un suicidio ritual colectivo, cada uno de un tiro de rifle en
la nuca. El supremo líder, en ataque de misericordia, se ha ofrecido a comprar
a buen precio la tierra de las viudas y los huérfanos”. (p. 175)
En la misma línea me ha llamado la atención esta referencia
al diario El País:
“Una periodista enviada por el diario El País de España a nuestra capital afirma que, gracias a las
medidas económicas y de orden público emitidas por el serenísimo presidente Del
Pito (…), la inversión extranjera se ha recuperado, el producto interno bruto
ha subido y la moneda se ha fortalecido. Eso afirma el diario. Después
demuestra que los cambios macroeconómicos se ven reflejados en la vida real de
la gente, ejemplificando en tres personajes arquetípicos de la República: el
taxista que llevó a la periodista del aeropuerto al mejor hotel, el
vicepresidente (dueño además del diario más grande y de la mitad de la
televisión, pero eso no lo sabe la enviada) y, quién si no, el minúsculo
pujante, el inmenso Del Pino”. (p. 101-102)
Evidentemente, el autor no ha elegido por casualidad este
diario si bien luego critica también a El
Universo, un diario local.
La verdad es que como dice Ricardo Baixeras en la faja que
pone la editorial: “Un escritor que vence al lector con ingenio, ritmo y humor.
Un verdadero placer”. Reconozco que me costó un poco entrar en la historia,
estuve unas páginas despistado porque no terminaba de meterme en la historia,
pero luego he disfrutado con la capacidad de inventar de Ungar y con su buena
escritura.
Antonio Ungar, Tres
ataúdes blancos.
Lo leere y te comento
ResponderEliminarUn saludo 👋