Este libro mereció el Premio Anagrama de Crónica otorgado
por un jurado en el que estaban, entre otros, Martín Caparrós, Juan Villoro y
Leila Guerriero. Esto ya nos indica que estamos ante un libro, y un periodista,
que merece la pena.
Desde que leí Los
malos, esa recopilación de artículos de periodistas centro y sudamericanos
que editó Leila Guerriero, descubrí la cantidad de buenos profesionales del
periodismo que allí había y que, desgraciadamente, son muy poco conocidos en
España. En poco tiempo he tenido ocasión de leer todo lo publicado aquí por uno
de ellos, Óscar Martínez, que me parece que hace un trabajo no solo valiente y
de gran mérito por las dificultades que existen en El Salvador, sino también de
una gran calidad.
Algo parecido debe de ser el caso de Álvarez pues escribe
sus crónicas también en un país de grandes convulsiones. Las recogidas en este
volumen fueron publicadas entre 2014 y 2021.
La mayoría tiene como protagonista, de una forma u otra, la
guerra en la que ha estado envuelto el país durante un largo periodo de tiempo.
Nadie sale bien parado en sus relatos: ejército, policía, paramilitares,
estado, políticos, guerrilla. Hay muchos asesinatos, torturas, secuestros,
maltrato a los campesinos, etc. con diferentes responsables según sea el caso.
Álvarez suele contar en sus crónicas con personajes reales
con los que ejemplifica el tema que trata y eso da un gran valor a sus
informaciones y deja mayor y mejor constancia de los hechos que narra.
Todas las crónicas son realmente muy buenas, pero a mí me
han gustado especialmente dos: El
asesinato de un pintor en la que, además de la relevancia del tema, me
parece que consigue transmitir muy bien la información a partir de los
extractos de entrevistas con personajes de todo tipo con las que reconstruye
muy bien lo que sucedió y, además, es una buena síntesis de la situación del
mundo rural, y Los positivos del cabo
Mora una crónica narrada como un auténtico thriller.
En más de una crónica aparece un concepto, “los falsos
positivos”, que creo que es una de las mayores barbaridades que se pueden
cometer pues se trata de un eufemismo para justificar el trabajo de miembros
del ejército eliminando a gente que no tenía nada que ver. También la “limpieza
social” una práctica de exterminio que utilizaron tanto la policía judicial
como los narcotraficantes.
Desde otro punto de vista me ha interesado mucho todo lo que
cuenta de las comunidades negras ya que desconocía totalmente el tema y la
importancia que tienen en algunas zonas del país. También deja muy claro, con
opiniones de gente que conoce bien el tema, el caso de los asesinatos de
líderes sociales que aunque en España sí se mencionan de vez en cuando, no
conozco ningún artículo que trate de explicar las diferentes causas por las que
se puedan producir.
Tengo que reconocer que hay algunos momentos en los que no
me ha resultado fácil seguir alguna crónica por el desconocimiento de las
instituciones colombianas, pero sucede en pocos casos.
Un magnífico libro de un periodista que, además, es un
estupendo escritor y un gran narrador. Habrá que estar atento a si este premio
anima a publicar otras obras de Álvarez.
Juan Miguel Álvarez,
La guerra que perdimos.
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