Una buena demostración de que con unas pocas páginas,
166 que son realmente bastantes menos, se pueden contar historias interesantes.
Travacio es una escritora argentina de Rosario que
aunque no es especialmente joven cuenta con solo dos novelas; eso sí, tiene
premios por sus cuentos y relatos. Esto quiere decir que de alguna manera está
especializada en obras de poca extensión.
La novela está dividida en dos partes, Relatos en la
terminología de la autora, bastante diferentes. En la primera vemos cómo Lina
decide abandonar la quebrada, en la que vive con su esposo Cruz, porque la vida
se ha hecho muy difícil allí. Tienen un hijo, Tala, al que se llevó hace años
el hermano de ella para que viviera en un lugar mejor. Cruz no quiere irse
porque eso supone abandonar a los muertos. Esta parte está narrada en primera
persona por ambos miembros de la pareja alternándose en los capítulos. Al
final, Cruz vende lo que tienen, mete en dos cajones los restos de sus padres y
con un burro y una carreta va a la búsqueda de Lina. La segunda parte, bastante
más corta que la primera, la narra un tercer personaje y se centra en Lina, que
ha llegado a un lugar en el que ha encontrado trabajo, y Tala.
En fin, es mejor no contar más porque es bueno que
el lector vaya descubriendo las cosas poco a poco.
Además de esa historia peculiar con unos personajes
tan apegados a la tierra y llenos de espíritu de supervivencia, la novela ofrece
una magnífica escritura en la que es muy importante el lenguaje que utiliza
cada uno de los narradores y en la que hay descripciones tan sintéticas y buenas
como esta de Lina sobre la pobreza en la quebrada:
“Ni los yuyos crecen como antes. Salen secos, apenas
nacidos, y se agotan antes de dar las primeras hojas. Dan pura espina, y así
quedan, tan duros que hasta el viento se queja cuando se encuentra con ellos”.
(p. 29)
O esta otra de Cruz sobre el burro que le acompaña en su búsqueda:
“Qué arroyo es ese, Jumento, que no aparece por
ningún lado. Y el burro me escuchaba atento, y me miraba con esos ojos
compresivos que tenía y seguía andando. Buen burro, me dieron. Muy escuchador.
Y muy perseverante”. (p.62)
Es una lectura para disfrutar cada página y para ir
descubriendo que hay gente buena y solidaria por todas partes, incluso en los
lugares más apartados, aunque también hay otro tipo de gente. En definitiva: muy
recomendable.
Obviamente, tendré que buscar otros textos de la autora.
Hay una buena reseña de Santi en
unlibroaldia.blogspot.com
Mariana Travacio. Quebrada.
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