He leído muchos libros de la colección Al margen de
la editorial Sajalín y solo recuerdo uno que no me terminó de gustar. Es una
colección que lleva más de cincuenta títulos la mayoría de los cuales se
publicaron hace años. En concreto, por ejemplo, el que hoy comento lo fue en
1.988. Es el segundo de una trilogía de la que no he leído el anterior, pero no
importa porque se pueden leer como novelas independientes.
La novela se inicia con el siguiente párrafo:
“Como deseaba evitarse un posible desaire en la
entrada, lo primero que Emil Jadick asomó por la ventana del club de Campo de
Hushed Hill tenía dos cañones y estaba cargado. Él y los otros dos miembros del
Ala iban vestidos inapropiadamente con camisas de camuflaje y pasamontañas,
pero la chulería con la que hacían ostentación de sus armas de fuego sofocó
cualquier comentario sarcástico por parte de los invitados, sentados alrededor
de la mesa de póquer”. (p. 9)
A partir de ahí veremos quiénes son los componentes
de esta pandilla de gánsteres y el error que han cometido robando en un
territorio que depende de otra pandilla. El dirigente de esta encargará a
Shade, un peculiar policía, que se encargue de buscar quién ha sido y para ello
tendrá que colaborar con el lugarteniente de ese dirigente.
En fin, una novela de gánsteres, de un género que,
según José María Sánchez en su completísima reseña en totalnoir.woodpress.com,
el propio Woodrell cataloga de country
noir. Interesante clasificación porque se desarrolla en el medio rural y en
concreto en un lugar que describe así:
“Aquello era Frogtown, el barrio donde las patillas
eran más largas, las faldas más cortas, las apuestas más altas y las
expectativas más bajas, y eso le encantaba”. (p. 58) (Se refiere a Shade el policía protagonista).
Si le añadimos una espléndida galería de personajes
secundarios, unos diálogos perfectamente ajustados a esos personajes y una
serie de frases que podrían estar en cualquier antología de frases chulescas
ingeniosas, tenemos lo que puede ofrecer esta divertida novela que, sobre todo
en los primeros capítulos, llega a provocar la risa del lector. Una novela que
no ahorra la violencia, pero que tampoco se excede con ella. Una trama
relativamente básica, pero trabajada lo suficiente como para que el lector
tenga interés por lo que sucede aunque, al menos en mi caso, me interesa sobre
todo la forma de contar la historia y el comportamiento de los distintos
personajes.
Otro título recomendable de esta magnífica
colección.
Daniel Woodrell, Los
matones del Ala. Traducción diego de los Santos.
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