Curiosamente, inicia el libro con una larga cita de Nada se opone a la noche de Delphine de
Vigan, un libro que comenté en el blog no hace aún un mes, que me gustó mucho y
en el que la escritora francesa escribe sobre la compleja relación con su
madre.
Tiene su lógica que abra con esta cita porque Oeste
ha escrito un texto, que me atrevería a calificar de brutal, sobre la relación
con su padre durante la infancia y la primera juventud.
Estoy desde hace mucho tiempo acostumbrado a leer
textos de gran dureza. Tengo dos estantes de mi biblioteca llenos de libros
sobre el Holocausto, la represión y los campos del estalinismo, lo mismo en
China y en Corea del Norte o sobre las matanzas en Ruanda. Más de una vez he
tenido que cerrar algunos de esos libros para poder luego seguir leyéndolos.
Pues bien, tengo que decir que este libro de Oeste solo lo he podido leer en
tramos de más o menos treinta páginas, aunque algunos días las leía más de una vez.
En las cinco partes en que ha dividido el libro:
Padre, Familia, Madre, Hijas y Padre e hijo, e independientemente de cómo la
haya titulado, está presente de una forma u otra la figura del padre; la
terrible figura del padre habría que decir. Un solo ejemplo de los muchísimos
que se podrían poner:
“Mi padre se baja los pantalones, se saca la polla y
me mea encima, mea en mi cama y luego se caga en ella (…) Entonces me zarandea
con sus manos ásperas, gigantes. Quítate la ropa, maricón, y empieza a
arrancármela hasta que me desnuda y me obliga a revolcarme por la mierda y la
orina y me deja allí temblando, oliendo a él, un tufo que permanece y, con los
años, de vez en cuando, la memoria me traerá ese recuerdo nauseabundo.” (p.
217)
He sido padre por primera vez a los sesenta años y no
sé si eso tendrá algo que ver con el hecho de que este tipo de imágenes me
resulten especialmente duras. (Mi hijo tiene ahora 13 años).
Como decía antes, el padre está omnipresente, pero
la madre cada vez que aparece, excepto cuando lo hace como una chica joven y guapa que posa para revistas y estudia
FP, es decir, cuando lo hace como madre tampoco sale muy bien parada. Un
ejemplo:
“A veces, los hechos vividos se confunden con la
deformación que realiza la memoria al ser estos recordados, no es el caso. No
lo que me soltó mi madre: Eres un mierda, basura, quítate de mi vista. La casa
es mía y de tu padre, desgraciado. Ojalá estuvieras tú en el trullo.” (p. 228)
También es muy significativo, y una buena síntesis,
el siguiente fragmento referido esta vez a los dos progenitores:
“La inestabilidad me define. Frágil, bamboleante, en
una vacilación tenaz, como si intentara hacer funambulismo frente a mis padres,
cuando esas personas eran un problema para mí, alcohólicas, iracundas,
drogadictas, paranoicas, violentas, despreocupadas, negligentes, …” (p.155)
A la vista de estos textos se puede entender
perfectamente que Oeste iniciase la redacción del libro en 2009, para
abandonarla después y retomarla en 2012, y repitiese el proceso hasta continuar
en 2016. Tiene que ser muy difícil escribir cosas como las que escribe y, hay
que decirlo ya, haciendo muy buena literatura con esos materiales, pues como
dice Laura Fernández en el fragmento que reproduce la editorial en la solapa
del libro:
“Esto no es un libro, es un pedazo, destrozado, del
corazón de un niño, el relato del superviviente de una familia feroz,
monstruosa. Las letras españolas deberían rendir culto a la primera voz que
vive para contarlo y lo consigue con éxito. Porque no solo es un milagro
transformar la destrucción existencial en Literatura, con mayúscula, sino
también conseguirlo desde la Nada más Absoluta. Su literatura no se lee, se
vive. Un hito, poderoso, oscuro, necesario.”
Oeste, además de sus recuerdos se ha basado en
informaciones que ha ido recopilando a partir de entrevistas con las hermanas
de su padre, con compañeros de trabajo o con amigos y alguna exnovia del autor,
entre otros.
Creo que estamos ante unos de los libros del año.
Desde luego seguro que lo será en mi caso. De hecho ya tengo encargada su
novela Arena que parece que también
promete emociones fuertes.
Obviamente, no gustará a quienes rechazan la literatura del yo o la
autoficción, pero incluso a estos yo se la recomendaría; es difícil encontrar
un autor que trate un tema así con una escritura tan lograda.
Hay una buena reseña de Santi Fernández en
eldiario.es.
Miguel Ángel Oeste, Vengo de ese miedo.
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