Tras la lectura de este libro me queda una sensación
ambivalente. Por un lado, me parece un libro muy interesante, que trata un tema
muy actual y que me ha hecho plantearme algunos temas, pero, por otro lado,
tengo la impresión de que exagera las cosas en varios aspectos y, sobre todo,
que hace una crítica feroz de colectivos que solo he podido intuir o imaginar
porque no sé a qué o quién se refiere al hablar de “izquierda posmoderna” o
quiénes son los progresistas que defienden un “capitalismo moralista”.
Explico ambos temas.
El libro está dividido en cuatro capítulos titulados
de forma que no deja lugar a dudas sobre su contenido. Así: 1. El nuevo macartismo:
la Cultura de la Cancelación. 2. Quema de brujas en el siglo XXI. 3. Soy una
víctima, luego existo. 4. A por el fin de la Cultura de la Cancelación.
Este concepto, Cultura de la Cancelación, que es el
eje del libro y lo atraviesa en todos sus apartados, es lo que me ha resultado
más interesante y clarificador. Lo había oído muchas veces, pero no tenía un
verdadero conocimiento hasta la lectura del libro. Aquí tengo que hacer una
aclaración personal: soy un defensor de lo “políticamente correcto”, no sé si
por la edad, 74, por la formación, por el carácter, o por lo que sea, pero eso
no me impide aceptar que otros actúen de forma “políticamente incorrecta” sin
pedir por ello que tengan que ser cancelados. Leyendo el texto he sacado la
impresión de que algo así no le parece a la autora muy factible o, dicho de
otra forma, que para defender la libertad de expresión hay que defender lo
“políticamente incorrecto”. Desde luego en mi caso no se cumple a pesar de que,
al menos en las redes sociales, esta incorrección la defienden sobre todo
perfiles de la extrema derecha.
Domingo utiliza para ilustrar sus argumentos
ejemplos en su mayor parte sacados de los Estados Unidos y pocos de nuestro
país e incluso uno de estos, referido al uso por Elvira Lindo en su día de “el
Imbécil” para uno de sus personajes”, basado en una suposición. Aclara que lo
que pasa allí termina pasando aquí. Puede que tenga razón, pero llevamos ya
bastante tiempo con esa cultura allí y apenas hay ejemplos aquí, teniendo en
cuenta, además, lo rápido que todo se contagia hoy gracias en parte al influjo
de las redes sociales.
Este libro en varios momentos me ha recordado alguno
de los análisis y argumentos del libro La
trampa de la diversidad de Daniel Bernabé. Por ejemplo en los dos
fragmentos que reproduzco a continuación:
“Y así, casi sin darnos cuenta, saltamos de la
política a los sentimientos, no a los derechos, y también casi sin darnos
cuenta los progresistas ya no creen en la política de verdad y pasan también a
darle prioridad a lo sentido, “tan solo se dedican a ser testigos del
sufrimiento. El culto al sufrimiento, la debilidad y la vulnerabilidad se han
convertido en algo fundamental para la identidad política progresista
contemporánea”, explica Nagle. En definitiva, acaban instalados en lo que se ha
dado en llamar una especie de capitalismo moralista, oculta tras una falsa
socialdemocracia”. (p. 82)
“(…) hemos de plantearnos qué ha pasado para que desde
la izquierda, que antes trataba de integrar a todos los colectivos y de
garantizar que no hubiera diferencias entre ellos, hoy baste con ser o sentirse
de un colectivo minoritario para conseguir una visibilidad y un poder muy por
encima de la representación real e, incluso, la autoridad moral para excluir al
resto. ¿Es esa la izquierda que
queremos”. (p. 134)
Creo que aquí se alude sin nombrarlo al colectivo
LGTBI y me atrevería a afirmar que más específicamente al representado por la
T. Domingo es una feminista militante del grupo que no acepta el hecho de que
las “mujeres trans” sean realmente mujeres.
Aquí tengo que volver a hacer una aclaración
personal. Escucho a menudo el programa que tiene en Radio5 Paco Tomás dedicado
al mundo LGTBIplus. Me cuesta entender muchos de los conceptos que en él se
utilizan; de hecho algunos no los entiendo, pero acepto que existan y que
quieran tener sus derechos. Soy de otra época y no puedo pretender que el mundo
siga siendo como era antes.
Volviendo al libro, en lo que se dice de nuestro
país las referencias son en su mayor parte a este colectivo que, es cierto,
tiene una presencia pública considerable y que, también seguramente, son
quienes más propugnan algunas cancelaciones, pero si esto es así hay que
decirlo, porque si se utilizan términos como los de “izquierda posmoderna”, la
realidad queda difuminada y ocultada.
En fin, estamos ante temas complejos y por eso me
parece interesante que se escriban estos libros y que personas que conocen los
temas más en profundidad reflexionen sobre ellos facilitando así que otros
también podamos hacerlo.
Carmen Domingo, #Cancelado.
El nuevo Macartismo.
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