viernes, 24 de noviembre de 2023

Un Khadra diferente

 

Hace poco más de un mes, cuando comentaba la última novela de Khadra, decía que me había dado cuenta de que se me ha pasado sin enterarme la anterior. Como es un autor que está entre mis favoritos, la busqué, la he leído y es la que comento ahora.

Tengo la impresión de que Khadra ha cambiado bastante el contenido de sus últimos escritos. Ahora se dedica más a contar historias un tanto peculiares aunque, como luego comentaré, no abandona los elementos de crítica que siempre han caracterizado sus textos.

Adem, el protagonista de este libro, un profesor con un carácter bastante misántropo, es abandonado por su mujer que se va con su amante. A partir de ahí, se va de su pueblo e inicia un periplo que le llevará a distintas situaciones que incluyen hasta una estancia en un hospital psiquiátrico. En ese recorrido encuentra a varias personas que muestran con él una gran solidaridad ya que lo acogen en sus casas y la proporcionan alimento y cobijo. Así transcurre la primera parte de las dos en las que está dividido el texto. Esta parte se inicia en 1963 poco después de que Argelia consiga su independencia.

En la segunda parte, ya en 1965, aparece un nuevo protagonista, Ramdane, que es un comisario político del nuevo régimen. Este quiere conseguir una granja en la que, precisamente, está Adem trabajando y surgirán otro tipo de problemas. Es aquí donde Khadra despliega su habitual carga de crítica al nuevo régimen argelino.

Así, por ejemplo, se pueden leer fragmentos como este:

 

” Adem sabía perfectamente de qué eran capaces los nuevos dueños del país. Había visto a muchos de ellos pavonearse en las tribunas engalanadas con banderines, en las plazas enfebrecidas, en los estadios abarrotados y vibrantes de clamores patrióticos; les había oído vociferar sus discursos hechizantes, su diatriba incendiaria, enfervorizando  a las masas extasiadas y prometiendo mil y una maravillas a pobres diablos adoctrinados”. (p. 220).

 

El libro está escrito en el buen estilo de que siempre hace gala el autor. Tiene mucho ritmo y aparecen personajes peculiares muy bien caracterizados. Sin embargo, tengo que reconocer que a mí me gustaba más el Khadra de los primeros libros, el que arremetía con enorme valentía contra el régimen, pero también contra el islamismo radical, con historias muy potentes y utilizando un lenguaje de gran crudeza. Ahora se ha convertido, tengo también en cuenta la última novela que leí hace poco, en un buen contador de historias, pero creo que le falta la pasión y la rabia que a mí tanto me gustaban.

No obstante, siempre merece la pena leer a Khadra.

 

Yasmina Khadra, La sal de todos los olvidos. Traducción Wenceslao-Carlos Lozano.

 

 

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