Ya en su primera novela, Pequeño país, que
comenté en su momento, se centraba en los problemas en Ruanda y en Burundi
utilizando muchos elementos autobiográficos. En esta que ahora comento vuelve
sobre los mismos temas y, seguramente, también con más de un componente de sus
propias vivencias.
Milan, el protagonista, vive en Francia con su madre
ruandesa. Tras un viaje a ese país siendo muy joven decide conocer de primera
mano lo que sucedió a finales de los años noventa. Para ello realizará varios
viajes, el primero en 2005 y luego más o menos cada cinco años hasta 2020. La
novela cuenta lo que va encontrando en esos viajes y, a partir de ahí, va
mostrando no solo lo que sucedió en esos años sino muchos aspectos de la
historia anterior de Ruanda.
Además de algunas conversaciones de Milan con gentes
del lugar, Faye se vale de un elemento un tanto peculiar como es un trabajo
escolar de una niña, Stella, hija de una amiga de su madre, en el que narra la
historia de su bisabuela y así conoceremos la parte de la época colonial. Para
la época más actual utiliza también otro elemento en la misma línea como es una
intervención de la madre de Stella contando lo que sucedió durante las
matanzas.
Esto de alguna manera marca el desarrollo de la novela
puesto que son dos textos que se salen de la historia que está contando y que,
me atrevería a decir, parecen materiales ajenos que, eso sí, funcionan muy bien porque a
través de ellos explica de forma clara y sintética lo sucedido.
Por otro lado, la escritura de Faye es bastante
básica, con frases generalmente cortas y un lenguaje directo. No tiene un gran
valor literario, pero seguramente tampoco importa porque lo que pretende es
denunciar unos hechos brutales.
En este sentido es interesante lo que dice en el fragmento que reproduzco a continuación porque es una idea que se está imponiendo cada vez más cuando se escribe sobre masacres, torturas, etc.:
“Por todas partes estaban esos rostros banales, esas personas normales, esos hombres y mujeres corrientes, capaces de atrocidades inimaginables y que estaban entre nosotros, a nuestro alrededor, con nosotros, viviendo como si nada de eso hubiera sucedido”. (p. 123)
Un libro recomendable por lo que tiene de información
sobre unos hechos terribles. Además, se lee con mucha facilidad ya que el autor
es desde luego un buen narrador.
Gaël Faye, El jacarandá. Traducción Lydia
Vázquez.
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