sábado, 27 de diciembre de 2014

Historia un tanto perturbadora



“Siempre vuelvo a mi punto de partida. El gaseoducto. El puerto. Los silos. Los depósitos de agua. La ciudad. Las ratas. La combinatoria. Los refranes de mi madre. La oficina. El bolsillo nº 21. Las poluciones nocturnas. El dichoso informe sobre la campaña de limpieza. La esponjosidad del otoño. Las rebabas. La vida rígida. El silencio. Las fichas. El almuédano. Los gasterópodos pulmonados. El autobús de las 8:30. La inflación importada. La fidelidad al Estado, etc. Me estoy repitiendo”. (p.92)
 
Efectivamente, de eso trata el libro, de las obsesiones de su protagonista, un funcionario encargado del departamento de desratización de una ciudad de la costa argelina. Paranoia, ambiente un tanto asfixiante, repeticiones constantes de los mismos temas, soledad, etc.
Puede tratarse y leerse, como se dice en la contraportada, como una crítica del régimen argelino, pero también como una reflexión sobre la burocracia, la alienación en el trabajo, la deshumanización, en definitiva, sobre el hombre en el mundo contemporáneo.
Su lectura resulta bastante perturbadora y en algunos momentos recuerda un poco a Kafka. Al final deja un cierto regusto amargo, pero se lee con interés y es realmente original.
Hasta el momento, los escritores argelinos que voy conociendo me parece que cuentan historias con mucho trasfondo y muy bien escritas.
 
 
Rachid Boudjedra, El caracol obstinado

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