Hay que darle las gracias al autor por tener la buena idea de explicar y comentar, desde el protagonismo en primera persona, el proceso de producción de
una película, en este caso la premiada con el Gaudí a la mejor película en
2013, La plaga.
Lo hace, además, con agilidad, bastante desenfado y cierto sentido del
humor; mostrando muy bien los diferentes vericuetos que tienen que pasarse para
lograr poner en marcha un proyecto de esas características; así, un profano
como yo descubre la existencia del logline y, sobre todo, de esos pitchings (reuniones con posibles
financiadores en los que se tiene siete minutos para presentar el proyecto) que
suponen una alteración total del sistema nervioso.
Pero ahí no acaba la cosa, pues obtenida la financiación hay que realizar
la película y montarla. Esta última parte del proceso es la que más me ha llamado
la atención pues era la más desconocida; horas y horas en la sala oscura para
que luego el resultado sea fuertemente criticado y…vuelta a empezar.
Libro fundamentalmente descriptivo en el que también se pueden encontrar en
la parte final un par de breves discusiones sobre lo que es y no es una película
documental que tienen también su interés a pesar de la brevedad. También
hay alguna reflexión sobre el papel del arte como, por ejemplo, las siguientes:
“Yo quería creer que La plaga transmitía un mensaje de
denuncia, una reivindicación política, y, sin embargo, el hecho que nos
reportara tantas invitaciones y lujosos reconocimientos me hacía desconfiar.
Tengo amigos que se han dedicado a otro tipo de militancias y no han recibido
jamás semejantes honores y atención (más bien todo lo contrario). ¿No será la
propia cultura, bien profesionalizada y convertida en mercancía, una forma refinada
de desactivar las energías del cambio, una sofisticada excusa para no dedicarse
a quehaceres más necesarios?”. (p.175)
“(…) hacer algo con una intención política implicar pelearse con los demás
para convencerlos, desmentirlos o desenmascarar sus argumentos falaces; hacer
algo con una intención artística significa pelearse con uno mismo, tratando de
encajar forma y contenido en una obra estéticamente aceptable; luego, hacer
arte con una intención política implica tanto con los demás como con uno mismo,
a menudo para terminar estrellándose contra el muro de la más completa
irrelevancia”. (p.176)
En definitiva, un libro cuya lectura recomiendo pues resulta muy
entretenido e interesante para quienes, como es mi caso, pasan mucho tiempo
viendo películas.
Pau Subirós, El productor accidental
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