lunes, 23 de marzo de 2015

Sobre la producción de una película




 

Hay que darle las gracias al autor por tener la buena idea de explicar y comentar, desde el protagonismo en primera persona, el proceso de producción de una película, en este caso la premiada con el Gaudí a la mejor película en 2013, La plaga.
Lo hace, además, con agilidad, bastante desenfado y cierto sentido del humor; mostrando muy bien los diferentes vericuetos que tienen que pasarse para lograr poner en marcha un proyecto de esas características; así, un profano como yo descubre la existencia del  logline y, sobre todo, de esos pitchings (reuniones con posibles financiadores en los que se tiene siete minutos para presentar el proyecto) que suponen una alteración total del sistema nervioso.
Pero ahí no acaba la cosa, pues obtenida la financiación hay que realizar la película y montarla. Esta última parte del proceso es la que más me ha llamado la atención pues era la más desconocida; horas y horas en la sala oscura para que luego el resultado sea fuertemente criticado y…vuelta a empezar.
Libro fundamentalmente descriptivo en el que también se pueden encontrar en la parte final un par de breves discusiones sobre lo que es y no es una película documental que tienen también su interés a pesar de la brevedad. También hay alguna reflexión sobre el papel del arte como, por ejemplo, las siguientes:
 
“Yo quería  creer que La plaga transmitía un mensaje de denuncia, una reivindicación política, y, sin embargo, el hecho que nos reportara tantas invitaciones y lujosos reconocimientos me hacía desconfiar. Tengo amigos que se han dedicado a otro tipo de militancias y no han recibido jamás semejantes honores y atención (más bien todo lo contrario). ¿No será la propia cultura, bien profesionalizada y convertida en mercancía, una forma refinada de desactivar las energías del cambio, una sofisticada excusa para no dedicarse a quehaceres más necesarios?”. (p.175)
 
“(…) hacer algo con una intención política implicar pelearse con los demás para convencerlos, desmentirlos o desenmascarar sus argumentos falaces; hacer algo con una intención artística significa pelearse con uno mismo, tratando de encajar forma y contenido en una obra estéticamente aceptable; luego, hacer arte con una intención política implica tanto con los demás como con uno mismo, a menudo para terminar estrellándose contra el muro de la más completa irrelevancia”. (p.176)
 
En definitiva, un libro cuya lectura recomiendo pues resulta muy entretenido e interesante para quienes, como es mi caso, pasan mucho tiempo viendo películas.
 
 
Pau Subirós, El productor accidental

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