“Es difícil imaginar que sucesos como un embarazo, los dolores del parto,
los problemas de un recién nacido y sus primeros tres años o la lenta
disolución del vínculo conyugal puedan todavía inspirar una novela capaz de
asombrar, encandilar y seducir con un texto que lleva a ver estos
acontecimientos de una manera nueva.” (Umberto Eco, en la faja que acompaña al libro)
Efectivamente, tiene razón Eco porque desde luego a mí me ha encandilado a
pesar de que las primeras páginas no me hacían presagiar lo que vendría después.
Es importante para ello la ironía y el fino sentido del humor con el que está
escrita esta novela. Hay escenas, como el paso por el control de seguridad de
un aeropuerto con el biberón de la hija o la cena en un restaurante de diseño,
que son verdaderamente hilarantes. Pero todo el libro destila humor y una
cierta carga crítica contra ciertas modas de los últimos años como puedan ser
el parto natural o el sistema de dormir a los niños dejando que lloren hasta
hartarse.
Claro que, llegados a este punto, tengo que reconocer que una de las cosas
que ha hecho que este libro me guste ha sido mi paternidad bastante reciente
aunque, evidentemente, a una edad bastante más provecta que los cuarenta del
protagonista. Yo también he pasado por varios de sus problemas y me he sentido
en ocasiones como él, por eso hay momentos en que no solo le comprendo sino que
me identifico con él. Por lo tanto creo que es un libro especialmente
recomendable para padres primerizos porque podrán sacar mayor provecho de
algunos momentos.
Un libro que es una buena mezcla de retrato costumbrista, análisis sociológico, memoria del aprendizaje de la paternidad y en el que no falta también algún apunte sobre las pérdidas que ha sufrido esa generación.
Así, se afirma al final del libro:
“Hemos pasado en un fogonazo de la ley del profeta a la financiera, del
síndrome del once de septiembre al del veintisiete de cada mes, de la hipoteca
del terrorismo a la de la casa, de la ansiedad de la explosión al fantasma del
desempleo. La década comenzó con los musulmanes y ha terminado con los chinos.”
(p.205)
Hay un buen comentario en Mundo Crítico.
Antonio Scurati, El padre infiel
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