Pocos libros tienen un título tan acertado
como este. Efectivamente, los colonos, los campesinos, son esa bendición de la
Tierra; como afirma un personaje dirigiéndose a Sivert, el hijo del colono
protagonista: “¿Puedes estar satisfecho! Tenéis todo lo que necesitáis para
vivir, tenéis todo por lo que vivir, todo en lo que creer, nacéis y engendráis,
sois los imprescindibles de la Tierra. No todo el mundo lo es, pero vosotros
sí: los imprescindibles de la Tierra. Sois los que mantenéis la vida.” (p. 356)
Siguiendo la estela de un libro anterior,
Pan, Hamsun vuelve sobre la
naturaleza, en este caso transformándose por la acción en general benefactora
del hombre.
Novela bastante extensa, 362 páginas con
densa tipografía, en la que no suceden grandes cosas, no hay apenas elementos
dramáticos, ni grandes tensiones, y sí muchas descripciones de trabajos del
campo y de construcción de los diferentes componentes de una granja; sin
embargo, esa apariencia de novela un tanto rollo, la suple Hamsun con su
peculiar estilo y su extraordinaria capacidad de seducción mediante la palabra.
Cuenta la historia de Isak, un hombre
que coloniza un territorio hasta entonces deshabitado, forma una familia con
Inger, la mujer que primero acude como trabajadora y luego se casan, y tiene
varios hijos que continuarán la tarea. Estos personajes son los protagonistas,
pero hay también interesantes secundarios tanto colonos como habitantes del
pueblo.
Del tratamiento dado a la historia hay
que destacar la visión positiva que se da de todos los que se dedican a la
agricultura, mientras que los pocos personajes algo negativos son comerciantes,
ingenieros (están instalando en la zona el telégrafo) o habitantes de la
ciudad. Un ejemplo puede ser el siguiente fragmento:
“La vida diaria, acontecimientos que llenan la vida
de los colonos. No son pequeñeces, ah, no, son el destino, se trata de
felicidad, goce y bienestar.” (p. 54)
Dentro de ese ambiente grato destaca,
sin embargo, esta visión que da de otro personaje:
“Para ella un infanticidio no significaba nada en sí
mismo, no era algo extraordinario, lo que no mostraba más que toda esa bajeza
moral e impudicia que cabía esperar de una sirvienta. Se vio claramente en los
días siguientes: ni un momento de reflexión; ella seguía siendo como antes, inalterable,
repleta de tonterías superficiales, de espíritu de sirvienta.” (p. 2 22)
Esta desprecio hacia una sirvienta por
el hecho de serlo resulta extraño en la novela porque aparecen otros casos y no
reciben el mismo trato por parte del autor.
Novela enormemente entretenida aunque a
veces un tanto reiterativa en las bondades del campo, la agricultura y la vida
natural, pero se salva por el gran estilo de Hamsun del que, una vez más, tengo
que destacar la original (la novela fue escrita en 1917) y magnífica
construcción de los diálogos.
Knut Hamsun, La bendición de la tierra
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