Después de una temporada de lecturas bastante
“duras” necesitaba algo más relajado y para eso nada mejor que los libros de
Black. En este caso se trata del cuarto de la serie que tiene como protagonista
al médico forense Quirke.
Sigue los pasos de los anteriores con esos
protagonistas problemáticos, infelices y con secretos en el pasado tan
característicos en los libros de esta serie; también la crítica más o menos
abierta a la religión católica o el abuso de las drogas legales que, en este
caso, es el tabaco y no el alcohol tan presente en la tercera entrega. Sin
embargo, hay dos aspectos que son un tanto diferentes y que marcan bastante la
narración; por un lado, la historia se desarrolla en un verano caluroso y
luminoso (¡en Irlanda!) que contrasta
con la oscuridad y el clima de las anteriores y, por otro lado, hay un claro
predominio del diálogo no muy habitual en Black.
Así pues, en lo fundamental no se sale de la línea
marcada en la serie aunque a mí me ha gustado menos que los anteriores quizá
porque da más importancia a la investigación del asesinato que, si bien tiene
que tenerla porque se trata de una novela de género, queda muy por encima del elemento que diferencia a este autor: las
relaciones entre los personajes. En este sentido, hay un par de escenas que a
mí me han chirriado y me han parecido muy mal desarrolladas con unos diálogos
un tanto anticuados.
Novela entretenida como todas las de la serie, pero
que me ha parecido menos trabajada y peor escrita de lo que es habitual en este
autor.
Un comentario más completo en elcultural.com.
Benjamin Black, Muerte
en verano
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