Al ver este libro me llamó la atención
principalmente que su autor había trabajado en la editorial Feltrinelli y, por
lo tanto, que debía de tratarse de alguien interesante.
Efectivamente, esta novela es un
retrato curioso y muy ácido de los ambientes culturales de la Italia de la
posguerra a partir de los intentos de un grupo de personas para revitalizar la
cultura en una pequeña ciudad de la Toscana. De ese “trabajo cultural” se
encargarán muy pronto distintos miembros del partido comunista a los que dedica
críticas como la siguiente:
“Vivían aislados, (se refiere a los cuadros del partido comunista)
siempre tenían una reunión importante, tres o cuatro reuniones al día; siempre
estaban sentados detrás de una mesa, hablando. Nosotros sólo los veíamos por
casualidad, en el café, y los señalábamos con gesto misterioso. Pero ¡qué
harán?¿de qué hablarán?” (p. 40)
El libro está narrado en primera persona
que, además, parece coincidir bastante con la historia del propio Bianciardi.
Hay reparto de críticas más mordaces en unos casos que en otros para casi
todos. Así, para los intelectuales a los que además de reírse un poco de ellos
ya en el primer capítulo, donde distingue entre medievalistas y arqueólogos que
mantienen discusiones un tanto absurdas, les dedica el siguiente fragmento:
“Uno de nosotros, por turnos, iba una
vez a la semana, (a Roma) y al volver
nos informaba de las novedades, los premios literarios, los libros que se iban
a publicar, las nueva compañías de teatro, las suculentas maldades que se oían
en los cafés, los cotilleos del momento.
Nos explicaba que el escritor Fulanito
se acostaba con Menganita, que el director de tal película era un pederasta, y
que su mujer estaba liada con un colega, divorciado de una pintora lesbiana.
Vamos, que la intelligentsia romana,
decíamos nosotros, sólo pensaba en intercambiarse a las mujeres.” (p. 27)
Pero también hay cera para los políticos
(ya hemos visto algo sobre los comunistas), la Iglesia, los bibliotecarios, el
sistema de adjudicación de plaza a los profesores (aquí quien como yo ha
padecido algo similar se encuentra muy representado), el fascismo o la guerra.
Sobre esto último el siguiente fragmento:
“Marcello (el hermano del narrador) me explicaba
que siempre son los campesinos –italianos, ingleses, rusos, de todo el mundo-
quienes hacen la guerra, y que siempre son chicos de veinte años, que aún no
han terminado los estudios, a quienes llevan a que se maten.” (p. 48)
En fin, un texto que a pesar de su
brevedad, 138 páginas, toca muchos y muy interesantes temas desde la visión de
un narrador muy crítico con todo lo existente, no en balde la editorial dice de
él en la solapa del libro que se trata de un: “Rebelde y romántico, anarquista
y revolucionario”. Además, está muy bien escrito y se lee de un tirón.
Una vez más mi memoria me ha fallado. Hace unos años leí del mismo autor La vida agria que comenté muy favorablemente en este mismo blog. (La edad no perdona.)
Una vez más mi memoria me ha fallado. Hace unos años leí del mismo autor La vida agria que comenté muy favorablemente en este mismo blog. (La edad no perdona.)
Me ha llamado la atención que en la
página 6 aparece el copyright de Giangiacomo Feltrinelli Editore 1957, y la
novela la termina Bianciardi en 1964. Debe de ser una errata de Errata Naturae.
Luciano Bianciardi, El trabajo cultural. Traducción Miguel
Ros González
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