Gaito Gazdánov es un escritor del exilio ruso en París poco
conocido hasta no hace mucho y totalmente desconocido para mí. Ahora tiene
varios libros traducidos en la editorial Acantilado, pero creo que este es el
primero que se publicó en castellano (el original ruso es de 1941). No se trata
de una lectura fácil ni por momentos demasiado agradable. El narrador, sin
nombre y parece que verdadero trasunto del autor, nos va contando aspectos de
su vida sobre todo durante el tiempo que ejerció del taxista (Gazdánov lo hizo
entre 1928 y 1953), pero también durante sus trabajos en fábricas.
Como taxista de noche conoce a
multitud de personajes principal y casi exclusivamente del mundo de la
marginación y del exilio ruso. Hay varias prostitutas y más de un alcohólico,
así como rusos de variada condición como el que abre un restaurante y al poco
tiempo invita a todo el mundo hasta que se arruina, se pone a trabajar para
ahorrar y abrir el negocio otra vez. El autor dedica mucho tiempo a su relación
con Raldy, una “madame” en otro tiempo pero que ha caído en desgracia y ahora
ejerce la prostitución callejera; Platón, un alcohólico al que le gusta filosofar;
y Fedórchencko, otro exiliado que terminará mal y del que se dice lo siguiente:
“Él dijo que estaba dispuesto a sacrificar, en sus propias palabras, todo lo
que le había importado hasta ahora por este amor: sus amigos, su familia, su
patria. Lo más aterrador de todo era que no había nada que sacrificar, puesto
que no tenía ningún amigo, hacía mucho tiempo que no tenía relación con su
familia, y la palabra patria acababa de pronunciarla por primera vez.” (p. 105)
Además, aparecen muchos tipos de
mendigos y vagabundos.
A la hora de escribir sobre ellos
reproduzco lo que dice James Womack en el Prólogo:
“(…) muchas de las descripciones de
Gazdánov poseen una precisión de forense cuando describe sentimientos algo más
complejos que la lujuria, la rabia, el odio, tales como los intrincados estados
mentales de la nostalgia, la pérdida, la apatía, la fatiga espiritual extrema.”
(p. 9)
Cambiando de tema, llama poderosamente
la atención varias referencias que hace
sobre el trabajo en Francia de las que pueden ser buen ejemplo los
siguientes fragmentos:
“Durante la época que pasé trabajando en
fábricas, mi vida entera consistía en esperar la sirena que marcaba el final de
la jornada laboral, y me interesaba muy poco cuanto ocurría a mi alrededor. E
incluso así no podía evitar darme cuenta de la forma insensata en que el
trabajo se encontraba organizado en todas las fábricas, la cantidad de tiempo
que se perdía, así como las ingentes cantidades de dinero que se pagaban todos
los días a cientos de personas que apenas hacían nada.” (p. 199)
“Y en Francia llaman trabajo a
cualquier cosa: la pederastia, el proxenetismo, echar las cartas, los
funerales, coleccionar colillas de cigarrillos, el trabajo del Institute
Pasteur, las clases magistrales de la Sorbona, los conciertos y la literatura,
la música y la venta de productos lácteos.” (p. 214)
También resulta un tanto sorprendente
que tratándose de un exiliado por haber pertenecido al ejército blanco durante
la revolución, y que el mundo que refleja sea en gran parte el de ese exilio,
no haya prácticamente alusiones al tema; e incluso una de las pocas sea la
siguiente:
“Pero mis comentarios sobre este tema
solían ser inútiles; sólo sirvieron para convencerme de que la mayoría de las
personas son absolutamente incapaces de asumir el esfuerzo titánico de ir más
allá de ellos mismos, algo necesario para entender a seres de otra atmósfera
vital, o tal vez de orígenes distintos,
alguien cuyo cerebro se halla configurado de forma distinta a como estas
personas suelen imaginarse.” (p. 98-99)
(Se
refiere a rusos exiliados incapaces de ponerse en la situación del proletariado
y por lo tanto del camino que este debía tomar).
Un libro que más allá del interés de
los temas y los personajes, tiene el problema de que no siempre es capaz de
mantener la atención del lector. Sí lo consigue la mayor parte del tiempo, pero
de repente decae y hay que darle un margen para volver a retomarlo. Además, es
un libro bastante desesperanzado y oscuro.
Gaito Gazdánov, Caminos nocturnos. Traducción James y Marian Womack.
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