Desde que hace dos años descubrí la faceta de
Saroyan como novelista, he tenido ocasión de leer varios de sus libros con
diferente suerte como he dejado constancia en anteriores entradas del blog. El
que ahora comento es de los que me ha gustado.
Como casi todo lo que he leído del autor, este libro
tiene una fuerte carga autobiográfica. Un escritor, de la misma edad que
Saroyan, va a Nueva York en 1955 para
intentar que le publiquen una novela y también vender un guion para una comedia
musical, pero realmente lo importante de su visita será encontrarse con sus
hijos.
Los avatares con los editores le sirven al autor
para hacer una ligera crítica de ese mundo y para defenderse de quienes critican las obras que no tienen una
trama llena de aventuras, pasiones amorosas, etc. (es decir, las suyas). Los
encuentros con sus hijos, con su hija sobre todo, son lo mejor de la novela con
unos diálogos realmente espléndidos. En algún sitio he leído que se podría
hablar de una obra de teatro y casi lo es porque está construida
fundamentalmente a base de diálogos que es la gran especialidad de Saroyan.
Obviamente, tampoco podía faltar alguna referencia a
la inmigración como, por ejemplo, con este diálogo:
-
¿Hay algo
estadounidense que haya empezado en Estados Unidos? –añadió Van.
-
Algo sí. Y otras cosas se han acabado.
-
¿Qué quieres decir?
-
Lo mejor de Estados unidos era la
invitación incondicional a personas de todo el mundo para que vinieran a
Estados Unidos, pero eso también se
acabó aquí.
-
¿Cómo?
-
Por ley.
-
¿Por qué?
-
Para impedir que personas de Europa y
Asia vinieran a Estados Unidos, desde luego.
-
Pero ¿por qué?
-
Existe una teoría popular de que ya hay
suficiente gente en Estados Unidos.
-
¿Y es verdad?
-
En mi opinión, no. Ahora si hay alguien
de Europa o de Asia que quiere venir
a Estados Unidos, no puede. (p.181)
Una novela bastante corta como suele ser habitual en
el autor en la que hay momentos muy conseguidos y personajes, como los hijos
del protagonista, que dan pie a diálogos muy jugosos.
Muy recomendable lectura.
William Saroyan, Un
día en el atardecer del mundo. Traducción Stella Mastrangelo.
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