Apenas han pasado tres semanas desde que
hacía la entrada en el blog con el comentario de Correr, la primera novela que leía de Echenoz y ya avisaba de que
no sería la última. Efectivamente, aquí tenemos la segunda y tendría que
repetir muchas de las cosas que decía en el comentario anterior. Parece que el
autor ha hecho una especie de trilogía sobre personajes peculiares de los que
cuenta cosas de diferentes momentos de sus vidas sin que sean una biografía ni
nada que se le parezca. En este caso se trata del músico francés que ha
pasado a la historia por su famoso Bolero, una pieza tan repetitiva como
atrayente. Recuerdo haber visto hace muchísimos años al ballet de Maurice
Bejart en un montaje sobre esta pieza que dejaba con la boca abierta.
Tomo de la reseña de Francesc Bon en unlibroaldia.blogspot.com la magnífica síntesis que hace de la
caracterización que el Echenoz hace del músico:
“Formidable recreación, donde se nos
muestra al músico en sus diversas vertientes, todas ellas que cuadran mucho con
el concepto de excentricidad tan atribuido a los genios: caprichoso, despótico
y a veces desconsiderado con cierta corte de aduladores que encajaba hasta los
peores desprecios como parte del paquete. Narcisista, obsesionado hasta
lo enfermizo por su vestimenta y su calzado, fumador empedernido de Gauloises,
evanescente, de aspecto frágil pero elegante, de salud precaria y largo
historial de enfermedades desde la juventud.”
El libro recoge los diez últimos años
de la vida de Ravel con un largo viaje a los Estados Unidos para ofrecer varios
conciertos. Hay cosas que son reales y otras más o menos inventadas por el
autor y, en todo caso, una estupenda recreación literaria. Hay quien, como JoséAntonio González Fuentes en ojosdepapel.com, le critica una cierta
superficialidad:
“Estamos ante un despliegue efectivo y
plausible de piel, pero se echa de menos la carne que debería haber debajo, la
sangre roja que debería recorrer todo el artefacto. Es una narración muy de
nuestra época. Mucho aparataje externo empleado en voz baja y engañosamente
lacónico. Es un fuego de artificio que presume con falsa modestia de su
carencia de colores.”
Puede que sea así, pero yo tengo que
reconocer que disfruto mucho con lecturas como esta que me atrapan y que, por
su escasa extensión, puedo leer de un tirón.
Jean Echenoz, Ravel. Traducción Javier Albiñana.
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