Conocí la existencia de este libro a partir de la
referencia que hace Naomi Klein en Decir
no no basta, pues aunque sigo las publicaciones de la editorial Capitán
Swing –una de las más interesantes de la actualidad-, este se me había pasado.
Ahora puedo decir que junto a Hambre
de Martín Caparrós es el texto que más
me ha impresionado en los últimos tiempos.
El libro tiene una tesis central: la nueva forma de
discriminación y segregación racial en Estados Unidos consiste en el sistema de
castas que se desarrolla a partir de la Guerra contra la Droga y, como consecuencia
de ella, al encarcelamiento masivo de población masculina afroamericana. Un
dato sirva como ejemplo:
“Para fines de 2007, más de 7 millones de
estadounidenses, o lo que es lo mismo, uno de cada 31 adultos, estaba entre
rejas, o en libertad provisional o condicional.” (p. 104)
Es decir, un porcentaje muy elevado tenía la
condición de delincuente, la nueva forma de segregación o, como dice Alexander,
marginación.
El libro se divide en seis capítulos.
En el 1 hace una magnífica descripción de la
evolución histórica del trato a la población negra (la autora habla
indistintamente de negros y/o de afroamericanos): esclavitud, sistema Jim Crow
(como se denomina a la época de la segregación) y encarcelamiento masivo.
En el 2 describe de forma exhaustiva el brutal
sistema judicial y policial que se puso en marcha para la Guerra contra la
Droga y que tiene aspectos tan difíciles de creer como los siguientes;
“ (…) la Administración Reagan proporcionó a las
fuerzas del orden otro incentivo económico (…) la autoridad de quedarse, para
su propio uso, la amplia mayoría del dinero y activos que confiscaran en el
curso de la guerra contra las drogas.
(…)
Casas, fincas o dinero podían ser confiscados
simplemente sobre la base de la sospecha de actividad ilegal de drogas, y la
confiscación podía tener lugar sin aviso ni vista judicial, solo con una
muestra ex parte de mera causa
probable al creer que la propiedad de alguna manera había estado “implicada” en
un delito. Esa muestra de causa probable podía estar basada tan solo en
rumores, indirectas e incluso en el testimonio pagado o interesado de alguien
cuyos intereses son contrarios a los dueños de la propiedad en cuestión. No
hace falta que el dueño de la propiedad ni cualquier otra persona sea acusada
de un delito, ni mucho menos que se les declarara culpables.” (p. 128-130)
“Curiosamente, en Estados Unidos una condena de
cadena perpetua se considera perfectamente apropiada para un delincuente de
drogas sin antecedentes.” (p 146)
En el 3 explica cómo todo lo anterior se aplica para
fomentar la discriminación. Por ejemplo, cómo se consigue que haya jurados
formados solo por blancos.
En el 4 analiza la situación al salir de la cárcel
de alguien que ya es considerado un delincuente y los problemas de vivienda, trabajo,
conseguir ayuda para alimentos o la pérdida del derecho al voto que supone esa
consideración. Este fragmento puede dar una idea:
“Hoy un convicto que sale de la cárcel disfruta de
apenas más derechos y quizá recibe menos respeto que un esclavo liberado o una
persona negra que viviera “libre” en Misisipi en el momento culminante del
sistema Jim Crow.(…). Puede que las partidas de linchamiento acabaran hace
tiempo, pero la amenaza de violencia policial está siempre presente. Un
movimiento en falso o un gesto repentino pueden desencadenar una respuesta
policial desproporcionada.
(…)
En este país parece que tenemos permiso para odiar
al grupo social que forman los llamados delincuentes.” (p. 222)
En el 5 reitera alguna de esas consecuencias y explica
el porqué hay una parte de la población negra que apoya esa “mano dura”.
En el 6, finalmente, plantea algunos cambios
necesarios para ir revertiendo la situación. Es quizá, como suele suceder en
este tipo de libros, la parte más floja pues lo difícil siempre es encontrar
los caminos para la solución de los problemas
Hay un fragmento que puede servir para explicar el
origen de todo:
“El colapso de las economías del centro de las
ciudades (se refiere a la desaparición de
las fábricas que había como consecuencia de la deslocalización debida a la globalización)
coincidió con la reacción conservadora contra el Movimiento por los Derechos
Civiles y tuvo como resultado una tormenta perfecta. Casi de un día para otro,
los hombres negros dejaron de ser necesarios para la economía estadounidense y
fueron demonizados por la sociedad dominante. Como ya no eran necesarios para
recoger algodón en los campos o trabajar en las fábricas, los hombres negros de
clase social baja fueron masivamente arrojados a las cárceles. Fueron
vilipendiados en los medios de comunicación y condenados por su situación como
parte de una campaña política perfectamente diseñada para construir una nueva
mayoría blanca en el Sur.” (p. 329)
Un libro enormemente sugerente, muy combativo,
analítico sin dejar de lado la pasión por una causa justa, utilizando muy bien
los datos (se dan los necesarios sin abusar) y las citas de muchos estudios
principalmente sociológicos. Un texto muy completo del que es difícil destacar
algo aunque yo me quedo con los capítulos 2 y 3 que en algunos momentos me han dejado
sobrecogido por lo increíble de las medidas y las situaciones que relata.
Por poner alguna pega, diría que se repite demasiado
la idea central (no sé si deberá a que la autora es una abogada en ejercicio) y
que a la hora de las soluciones, como he dicho antes, flojea un poco.
Un libro no solo recomendable, sino fundamental para
entender muchas de las cosas que suceden en Estados Unidos y que a veces las
series de televisión no nos dejan ver. Eso sí, tiene casi 400 páginas y, como
he dicho, la autora es abogada, no periodista, por lo que la escritura no
siempre resulta ágil.
Michelle Alexander, El color de la justicia. La nueva segregación racial en Estados Unidos.
Traducción. Carmen Valle y Ethel Odriozola.
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