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Del Prólogo escrito por Pascual Serrano extraigo el
siguiente largo fragmento que resume muy bien el contenido del libro: “A lo
largo de esos capítulos nos mostrarán que los medios anglosajones –igual que
los españoles- se alinearon con las mentiras que justificaron invasiones,
fueron cómplices del genocidio y el golpe de Estado en Timor, ocultaron el
papel de Estados Unidos en el derrocamiento de Aristide en Haití en dos
ocasiones, ignoraron el apoyo de la administración de Reagan a las políticas de
represión contra decenas de miles de civiles inocentes en El Salvador y
Guatemala y la creación de un ejército terrorista financiado por el
narcotráfico para derrocar al legítimo Gobierno sandinista de Nicaragua. Los
mismos medios que, temerosos del poder de petroleras y grupos industriales,
dejan en segundo plano asuntos tan importantes para la supervivencia del
planeta como el calentamiento global.” (p. 15)
Y es que estos dos periodistas británicos hacen un
análisis a veces exhaustivo de informaciones que dan los medios considerados
progresistas fundamentalmente The
Guardian, The Observer, The Independent y la BBC.
En esos análisis destacan lo que suponen
directamente mentiras o informaciones no contrastadas y lo que son ocultaciones
de hechos conocidos. Por ejemplo, sobre el tema de la guerra de Irak ofrecen
muchos datos que confirmaban la no presencia de armas de destrucción masiva y
también las informaciones incorrectas sobre la salida de los inspectores de la
ONU que la prensa calificó de expulsión. Al respecto hay una interesante
entrevista con el director de programas de actualidad de la BBC.
A propósito de esta entrevista tengo que decir que
quizá una de las cosas más interesantes del libro, y de las que más me han
llamado la atención, es este tipo de entrevistas y, sobre todo, los correos
que se cruzan con periodistas de los diferentes medios sobre informaciones
dadas por ellos. Desde luego no me imagino que algo parecido pueda suceder en
España, pues los interpelados no tienen inconveniente en dar las explicaciones
que estiman pertinentes y que justifican lo que han hecho.
Evidentemente, Edwards y Cromwell son muy críticos
con su profesión o, por decirlo más exactamente, con cómo la ejerce una gran
parte de la prensa. Así, podemos encontrar textos como los siguientes:
“Y esto nos lleva a una de las características más
reseñables de la función de los medios: que muchos periodistas, como
individuos, pueden llegar a comportarse como una obediente manada, pese a la
plena disponibilidad de pruebas que refuten la versión consensuada.” (p. 78)
“Pero los periodistas que refuerzan conscientemente
una imagen del mundo políticamente correcta y maniquea –un mundo de
“intervenciones humanitarias” (“Nosotros”), y de Estados fallidos” (“Ellos”)-
son piezas fundamentales del engranaje del asesinato masivo.” (p 273)
“Como nos creemos esencialmente superiores, nuestras
vidas son más valiosas. Somos seres enérgicos y modernos; ellos son masas de
personas empobrecidas y débiles. Cuando los terroristas nos asesinan, morimos
como personas con nombres, familias e historias. Cuando somos nosotros quienes
los asesinamos, mueren como masas anónimas.
Hay ocasiones en las que los periodistas intentan
razonar este hecho insinuando que las vidas de los occidentales nos importan
más porque nos sentimos más estrechamente identificados con las personas que
comparten nuestro modo de vida.
(…)
La pura y dura realidad es que muchos de nosotros
estamos verdaderamente convencidos de
nuestra superioridad, de que somos más valiosos que los ciudadanos de Colombia,
Irak, Afganistán o Congo.” (p 290)
Este último fragmento me ha gustado en especial
porque refleja uno de los temas que más me han preocupado últimamente, sobre
todo a partir de los diferentes atentados en París, Londres o Barcelona, y que
es el tratamiento tan diferente que se da a los muertos en atentados
terroristas según dónde se produzcan.
El libro es muy duro con la situación de la
información en Gran Bretaña, principalmente,
y en los Estados Unidos que son los lugares en los que centran su
atención. No quiero ni imaginar el resultado si se hiciese algo parecido en
España.
En todo caso hay que advertir que se trata de un
libro publicado en 2005, es decir, que no trata de problemas y conflictos más
actuales que también merecerían un análisis de este tipo. Por otra parte, no
siempre es fácil seguir el proceso de discusión por desconocimiento del tema y
de los periodistas que intervienen en los debates, pero eso no quita que
estemos ante un libro muy importante para los que estén interesados en la
situación de la información.
David Edwards y David Cromwell, Los guardianes del poder. El mito de la prensa progresista.
Traducción Josebe Alkorta.
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