Estamos ante otro magnífico ejemplo de periodismo
del bueno. Hay que agradecer otra vez a la editorial Península que siga
publicando libros de gente joven como Aldekoa, Ayestaran, Vicente, y no tan
joven como Lobo; periodistas que son capaces de comunicar de una forma clara y
con buena escritura lo que sucede en otras partes del mundo.
En este caso y como indica el título se trata de
China. Vicente llegó en 2002 y pronto se convirtió en corresponsal de TV3
durante más de una década. Tuvo por tanto ocasión de asistir a muchas de las
grandes transformaciones que se han producido en ese inmenso país.
En este libro no se trata de explicar técnicamente y
con el empleo masivo de datos los grandes
cambios que se han producido en todos los sectores de la sociedad china,
para ello ya existen suficientes libros en el mercado. Lo que pretende el autor
es dar su visión personal de lo sucedido para lo que utiliza sobre todo sus
propias experiencias. Así, escribe sobre la contaminación, el control policial
(aquí hay muchos momentos curiosos de sus relaciones con la policía), el
secuestro de niños, la familia, la vivienda, la religión oficial y un largo
etcétera. Para ello en los 24 capítulos en que ha dividido el libro va yendo de
adelante hacia atrás y viceversa porque lo importante es el tema y no el
momento.
En general, se muestra bastante crítico con lo que
ve y suele destacar los aspectos más negativos como pueden ser entre otras: la multitud
de prácticas alimentarias irregulares, los graves problemas de la contaminación
por el uso masivo del carbón o la utilización de los manicomios para reprimir a
los que hacen peticiones a los gobiernos.
Me ha llamado la atención el hecho de que fuera detenido
por la policía en más de una docena de ocasiones aunque logró siempre salir más
o menos bien librado.
No obstante lo dicho, Vicente ha formado familia en
China y eso ya indica que no todo lo que ha visto y vivido ha sido tan
negativo.
En un libro tan extenso, tiene 420 páginas, hay un
poco de todo y solo me ha sobrado quizá la excesiva extensión de algunos
momentos porque por lo general el espacio está muy bien ajustado a la
importancia de lo que cuenta.
Se lee con mucho interés y está escrito con la
agilidad propia de un buen periodista. Muy recomendable.
Para finalizar me gustaría destacar dos ideas que me
ha parecido que reflejan bien dos aspectos importantes:
“Culturalmente, la china es una sociedad adicta al
dinero. (…) No acabas de adaptarte a China hasta que has aprendido a contar el
dinero como lo hacen ellos y a manosear los billetes para comprobar si alguno
es falso.” (p. 164)
“Creo que Occidente no podrá deshacerse nunca de una
visión a menudo injusta de los muchos méritos de la gestión china, por el
simple hecho de que, para nosotros, es una dictadura. Y, frente a eso, no
solemos admitir matices. Y al mismo tiempo creo que los chinos nunca acabarán
de entender o admitir que hay valores que no son occidentales, sino
universales.” (p. 374)
Sergi Vicente. China
Fast Foward. Traducción Agnès González. (El original del autor está en catalán).
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