Es una de las pocas ocasiones en las que he comprado
un libro a raíz de ver el tráiler de la película que se ha hecho sobre él,
película que, además, no he visto. Me interesó el tema de un escritor y su
relación de pareja con una mujer que parece tener también inquietudes literarias.
Dice Ignacio Martínez de Pisón en su reseña para
elpais,com:
“En La esposa están
también presentes muchas de las virtudes de los grandes novelistas: facilidad
para la recreación de atmósferas, pulso narrativo, capacidad de observación,
atención a los detalles, buenos diálogos, una prosa limpia que fluye con
naturalidad... La esposa lo tiene todo para ser
una gran novela, y sin embargo no llega a serlo. El
problema con este libro es que tiene trampa, y que esa trampa no la descubrimos
hasta el final.”
Y no puedo estar más de acuerdo con todo y
especialmente con esa trampa del final que de alguna manera yo conocía por haber
visto el citado tráiler y que es cierto que altera un tanto el sentido de todo
el libro. Para no hacer spoiler dejaré el tema.
La novela cuenta, desde la perspectiva de la esposa
como narradora, la historia de un escritor que va a recibir el premio Helsinki,
algo menos famoso que el Nobel pero más dotado económicamente. Con la llegada a
Finlandia se inicia y terminará tras la entrega. En medio, Wolitzer va contando
con continuos saltos en el tiempo perfectamente ejecutados los principales
momentos en la vida del escritor centrándose sobre todo en la que tiene en
común con la narradora.
Wolitzer se muestra en parte feminista y también
crítica con el mundo de los escritores, pero sin llegar a hacer demasiada
sangre en ninguno de ambos temas.
Dejo un par de ejemplos de la caracterización que
hace de su marido que muestran algo de ambos aspectos:
“Los niños recibían dos canales de amor distintos,
uno mío, con un fluir estable y razonable, y uno de su padre si alguna vez se
acordaba, si era capaz de olvidarse de sí mismo. Pasaba tanto tiempo distraído,
atrapado en los detalles de su vida profesional y en todos aquellos galardones
que se iban acumulando como centímetros de nieve. Los niños y yo nos
limitábamos a contemplar cómo crecía su carrera.” (p. 93)
“Tenía sus opiniones, claro, las típicas de la época
respecto del comunismo y de las relaciones raciales y de Dien Bien Phu, pero
cuando se trataba del paisaje de la mujer, estaba tan perdido que apenas podía
decir gran cosa.” (p. 128)
Seguramente, como dice Martínez de Pisón, no estamos
ante una gran novela, pero sí ante un libro que se lee con atención y gusto
porque la autora define muy bien a los diferentes personajes utilizando para
ello pocas palabras pero muy bien escogidas; cuenta una historia que tiene su
interés y, en lo que a mí respecta, da bastante protagonismo al mundo de la
literatura lo que no es muy habitual.
Meg Wolitzer, La
buena esposa. Traducción Enrique de Hériz.
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