“Una educación es una obra de no
ficción. Se han cambiado algunos nombres y detalles distintivos.” Esta frase
encabeza la página 8 del libro y resume muy bien de qué se trata porque estamos
ante unas memorias como de hecho aparece en su título en inglés: Educated. A Memoir. Además, las memorias
de una persona que cuando las escribe apenas tiene treinta años, lo que ya de
por sí resulta bastante significativo y más si tenemos en cuenta que el libro
tiene 462 páginas en un formato grande. Un libro que ya tuvo un gran éxito en
Estados Unidos y que también lo ha tenido en España, al menos en lo que a ventas
se refiere.
Westover relata en el libro los
principales momentos de su vida desde la infancia en las montañas de su Idaho
natal hasta graduarse en Historia después de una estancia en la universidad de
Harvard, algo realmente extraordinario si tenemos en cuenta que inició sus
estudios a los diecisiete años ya que en su familia, salvo los dos hermanos
mayores, los hijos no asistían a la escuela ni primaria ni secundaria. Aquí
radica uno de los mayores atractivos que ha tenido para mí la lectura de este
libro: ver cómo el fundamentalismo religioso puede trastornar la vida de una
persona. Tara Westover nació en el seno de una familia mormona de estricta
observancia en la que el padre consideraba socialismo desde la escuela pública
a la sanidad por lo que se aprendía en casa y también en casa se curaban las
enfermedades.
Decía que este es uno de los mayores
atractivos del libro aunque no el único. Otro no menos importante es ver la
capacidad de superar esa situación por parte de una joven que, eso sí, contará
con la ayuda de más de uno de sus profesores cuando entre en la universidad
tras aprobar el correspondiente examen. Una situación a la que hay que añadir
el trato o, mejor dicho, el maltrato recibido por parte de uno de sus hermanos
(uno de los personajes que aparece bajo seudónimo). Maltrato que se produce, de
una u otra forma, a lo largo de casi todo el tiempo de la narración.
En definitiva, es la historia de una
superación que la autora cuenta de una forma amena y clara aunque también es
cierto que a veces insistiendo demasiado en lo mismo, por lo que creo que el
libro ganaría si hubiera tenido bastantes páginas menos.
En esta historia hay dos personajes
relevantes, además de la autora, claro, que son el padre y Shawn, el hermano
maltratador. Sobre la actitud del primero reproduzco dos fragmentos muy
significativos:
“Yo le había anunciado mi intención de ir a la
universidad y me había dicho que el lugar de la mujer era su casa y que debía
aprender sobre hierbas medicinales –“la farmacia de Dios”, había apostillado
con una sonrisa- para sustituir a mi madre. Dijo mucho más, desde luego, como
que me prostituía en pos de los conocimientos del hombre en lugar de buscar los
divinos (…)” (p. 187)
“Siempre había sido un hombre severo,
que en todos los temas sabía cuál era la verdad y al que no le interesaban las
opiniones ajenas. Nosotros lo
escuchábamos a él; nunca sucedía al revés: cuando no hablaba, exigía silencio.”
(p. 321)
Oro aspecto interesante del libro es
que permite apreciar cómo debe de ser la América profunda en la que Donald
Trump tienen su granero de votos más importante. Esa idea del padre de que todo
es socialismo seguramente está presente en muchas familias de esas zonas del
país.
Un tema que me ha llamado la atención
es la gran facilidad con la que la autora obtiene becas de todo tipo, incluso
para estudiar en universidades tan prestigiosas como Cambridge o Harvard.
En fin, unas memorias que se leen con
cierto interés y con gran facilidad, pero desde luego no un libro tan
extraordinario como apuntan algunas críticas.
Hay una buena reseña de Marc Peig en
unlibroaldia.com con la que comparto especialmente los aspectos que critica.
También hay una entrevista interesante de Andrés Seoane con la autora en
elcultural.com.
Tara Westover, Una educación. Traducción Antonia Martín.
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