“Este libro no es una novela, no es
una autoficción (salvo excepciones, una excusa para hablar de uno mismo con
tapadera literaria), tampoco es una realidad novelada al estilo de Capote o
Mailer. Es una pieza literaria distinta, singular, el relato de una obsesión:
la de la autora, una abogada contraria a la pena de muerte, por la historia de
un joven asesino pedófilo, Ricky Langley; una obsesión que se convertirá
literariamente en fe de vida cuando el caso Langley se
cruce en la mente de Alexandria Marzano-Lesnevich con su investigación sobre el
asesino y con la historia de su propia familia.”
Así inicia José María Guelbenzu su
comentario crítico en elpais.com y lo reproduzco porque me parece una síntesis
magnífica y muy acertada de lo que es este libro.
Soy un gran aficionado a los
documentales y especialmente a las series hechas con esta técnica sobre todo
por los norteamericanos, verdaderos especialistas en el tema. He visto muchas
que en su mayoría tratan sobre casos de asesinatos no resueltos, condenados
siendo inocentes, víctimas de abusos, etc. Digo esto porque este libro tiene
mucho en común con estas series documentales al menos en la parte de indagación
sobre el asesino Richky Langley que menciona Guelbenzu.
El libro, en las dos primeras partes
de las tres en que está dividido, va desarrollando dos temas alternando los
capítulos y los tiempos. En unos la autora va relatando episodios de su vida en
una especie de memorias (de hecho este término forma parte de su título en
inglés: The Fact of a Body: A Murder
& A Memoir) y en los otros se centra en la historia de Ricky desde el
asesinato hasta incluso el momento de su nacimiento. Para esto utiliza, como
manifiesta en sus “Notas sobre las fuentes”, desde documentos judiciales a
artículos de prensa, desde trascripciones hasta reportajes de televisión e incluso
una obra de teatro basada en entrevistas. Al final del libro deja constancia
del material utilizado en cada capítulo.
Cronológicamente se va pasando de los
ochenta a los noventa a los sesenta y al año 2003, según el tema que esté
narrando, porque aunque se trate de una investigación rigurosa del asesino y de
otra a través de la introspección y los recuerdos de su historia personal, lo
cierto es que todo está magníficamente contado, echando mano en muchas
ocasiones de elementos creados por la autora para dar mayor fluidez a la
narración.
Dice también Guelbenzu en su reseña: “El
corazón de este libro se construye como un ejercicio de valentía, ambición y
exigencia del todo infrecuente.” Valentía en muchos aspectos, pero sobre todo
por lo que llega a contar de su historia familiar y de los abusos que padeció
por parte de su abuelo materno; ambición porque hay que tenerla para
enfrentarse a un tema tan difícil y delicado; exigencia porque quiere
documentar todo lo que sea posible y no dejar nada que sea relevante a su
propia inventiva.
En el libro hay multitud de personajes
reales, a veces con su nombre cambiado, muy interesantes y con vidas
complicadas, pero a mí en particular hay uno que me ha llamado poderosamente la
atención a pesar de que ocupa muy poco espacio, me refiero al juez Gray que
dirige el juicio de 2003, que era uno de los pocos jueces negros que había en
Luisiana, y que resulta un personaje muy peculiar en lo bueno y en lo menos
bueno.
Un libro muy recomendable. Para mí ha
sido totalmente adictivo; me costaba despegarme influido también porque, dada
la cantidad de personas y los diferentes momentos en los que se desarrolla,
tenía miedo de perderme a pesar de que la autora es consciente de la posible
dificultad y deja suficiente información para evitar ese problema.
Un comentario de otro orden sobre la
edición en castellano. En el apartado de las Fuentes consultadas que está al
final del libro, al referirse a las del capítulo treinta y ocho, se hace
mención a unas fotografías que no aparecen. Buscando otras informaciones en
internet las he encontrado y son muy interesantes, por lo que es una pena que
no se hayan incluido en esta edición.
Alexandria Marzano-Lesnevich, Nada más real que un cuerpo. Traducción Flora Casas.
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