A pesar de haber estudiado la carrera de Historia y de haber dado clases de la materia durante veinticinco años, de haber tenido siempre en mi casa esta biografía (en la edición que hizo en los 50 la editorial juventud) y de que desde hace ya mucho tiempo tengo a Zweig como uno de mis escritores favoritos, a pesar de todo esto digo, hasta ahora no me había decidido a leer este libro. Un error que ha tenido solución y yo la inmensa suerte porque lo he acabado de disfrutar estos días; eso sí, en la edición que hizo Acantilado hace unos años, porque la que tenía era francamente agobiante por la letra y el interlineado.
Creo que estamos ante uno de los
grandes textos de Zweig lo que ya es mucho decir por la enorme calidad que
suelen tener todos. A lo largo de más de 500 páginas el autor hace un
despliegue impresionante de información, de reflexión sobre política nacional e
internacional, de psicología de los personajes, de narración, de montaje (si es
así se puede hablar en el caso de una obra literaria),… para contarnos los
momentos más importantes de la vida de su protagonista desde que llega a
Francia en 1769, con catorce años, para casarse con Luis XVI, hasta que termina
en la guillotina en 1793.
Utiliza fuentes de muy variada
procedencia: desde la abundante correspondencia con su madre (la emperatriz
María Teresa de Austria) a instrucciones de su hermano José II, pasando por
escritos del conde Fersen (su amigo/amante) y llegando incluso a lo dicho por
una camarera. Además, dedica una nota final a explicar por qué rechaza
determinadas fuentes. Es decir, más allá del inmenso valor literario, la obra
de Zweig pretende tener también valor histórico. No sé lo que hay de cierto o
no en algunas cosas que se dicen en esta biografía publicada en 1932 por lo que
habrá habido investigaciones posteriores que a lo mejor desmienten algunas. No
importa. Creo que en lo básico seguramente sí que acierta Zweig.
Voy a poner algunos ejemplos del
tratamiento que se da a alguno de los personajes principales del libro.
Así de Luis XVI, que es quien sale
peor parado en el retrato de Zweig, escribe:
“(…) Tampoco en ese día se modifica la
sagrada división de las horas, como siempre, ese hombre cómodo, flemático y sin
curiosidad por nada (mañana se sabrá todo, a su debido tiempo) se va a la cama
a las diez y duerme su espeso, obtuso sueño, que ningún acontecimiento del
mundo es capaz de conmover” (p. 251)
“Ni siquiera el más extremo peligro
puede eliminar el hambre y el sueño de ese cuerpo nada real; los pesados
párpados caen poco a poco, y, en medio de la lucha que le cuesta su corona,
Luis XVI da una cabezada de una horita” (p. 417)
En ambos momentos estaban en peligro
su trono y su vida. (Por cierto, el primer fragmento recuerda mucho lo de
Casares Quiroga el 17 de julio del 36). El retrato del rey es bastante duro:
inmaduro, indolente, hedonista, despreocupado,…De hecho llega a escribir: “Como
en el dormitorio no sabe hacer su papel de hombre, no sabe hacer de rey ante
los demás.” (p. 37). Una interpretación psicologista no sé si muy acertada.
Sobre la reina hay, lógicamente,
multitud de posibles textos:
“Siempre que su orgullo se ve
afectado, su honor amenazado, a esa mujer pequeña en todas las pequeñeces,
superficial en todas las superficialidades, el crece una repentina dignidad.
Arruga el decreto de la Asamblea Nacional que se atreve a disponer sobre ella y
su familia y lo arroja con desprecio al suelo. “No quiero que esa hoja ensucie
a mis hijos”” (p.358)
Una descripción bastante ambivalente.
Mucho mejor este fragmento defendiendo su relación con el conde sueco Fersen y,
por lo tanto, una situación de adulterio:
“¡Qué pobres son toda esas hipótesis
artificiales de la reina dulcemente virtuosa frente a la clara realidad de su
conducta, y cuánto denigran su valor humano y su dignidad espiritual
precisamente aquellos que quieren defender a toda costa el “honor” real de esta
mujer! Porque nunca es una mujer más honesta y más noble que cuando sigue de
forma enteramente libre sus sentimientos inequívocos y largamente probados, nunca
una reina más real que cuando actúa del modo más humano.” (p. 286-287) (Un texto creo que bastante avanzado para su
época).
Unas páginas antes ha escrito sobre
esta misma relación uno de esos textos que definen su forma de escribir y de
tratar los temas:
“En medio del odio general, su
necesidad de ternura, de confianza, ha crecido de forma inconmensurable. Ahora
está madura para no seguir derrochándose vana y neciamente en el espejo de la
general admiración, sino para entregarse a un hombre con espíritu abierto y
decidido. Y a su vez Fersen una naturaleza espléndida y caballerosa, solo ama a
esta mujer con la plenitud de su sentimiento desde que la ve calumniada,
difamada, perseguida y amenazada.” (p. 271-272)
Esto por lo que se refiere a los
personajes principales. Además en el libro hay otros aspectos que merece la
pena destacar como: la magnífica descripción de todo lo relacionado con la fuga
de Varennes hecha con un tremendo ritmo casi cinematográfico; toda la historia
del collar narrada como una historia de truhanes; las luchas internas dentro de
la revolución o, en otro orden de cosas, la visión que de la guerra tenía María
Antonieta.
También merece la pena destacar
algunos capítulos que con su mero enunciado ya se adivina el contenido:
Secretos de alcoba, El verano de la decisión, Retrato de una pareja real, La
fuga de Varennes, El 10 de agosto o La gran infamia (la acusación de relación
incestuosa con su hijo el delfín).
En fin, un gran libro. Una demostración
más del enorme talento que tenía este grandísimo escritor tocase el tema que
tocase, y tocó muchos. Una lectura muy interesante por lo que cuenta y, sobre
todo, por cómo lo hace. Un libro para disfrutar de la buena literatura.
Como se puede ver he escaneado el
cuadro, recogido en la edición de Juventud,
que alguien hizo de la reina cuando estaba detenida. Zweig lo describe y
me parece que es muy interesante poder ver cómo era. Es una pena que Acantilado
no lo haya reproducido, seguramente por un problema de derechos.
Stefan Zweig, María Antonieta. Traducción Carlos Fortea.
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