Vargas Llosa es un escritor incombustible y vuelve
con esta novela a demostrar por qué es uno de los grandes de la literatura no
solo en castellano, sino de la literatura universal. Desde La fiesta del chivo parecía que había ido perdiendo fuelle y nos
había contado historias intrascendentes o narradas con poca fuerza, pero en
esta nueva entrega retoma el pulso de aquella fantástica historia sobre el
dictador dominicano Trujillo, retoma también personajes -incluido el mismo
Trujillo al que vuelve a matar-, y, lo más importante, vuelve a entrar en el
mundo de la política con una crítica bastante feroz a la aplicada por los
Estados Unidos en la zona en los años cincuenta. Tan es así que termina el
libro con estas palabras:
“Hechas las sumas y restas, la intervención
norteamericana en Guatemala retrasó decenas de años la democratización del
continente y costó millares de muertos, pues contribuyó a popularizar el mito
de la revolución armada y el socialismo en toda América Latina. Jóvenes de por
lo menos tres generaciones mataron y se hicieron matar por otro sueño
imposible, más radical y trágico que el de Jacobo Árbenz.” (p. 351)
Evidentemente aquí dispara también por elevación,
pero no es el momento ahora de comentar la segunda idea que desliza.
Reproduzco un fragmento de la reseña de Santos Sanz Villanueva en el cultural.com porque resume muy bien varias cosas del libro:
“Una estructura de comedida complicación, con saltos
en el espacio y el tiempo, habitual en la narrativa desde la pasada centuria y
sin los virtuosismos a los que en otro tiempo fue proclive el autor, sujeta al
lector en el vértigo de las peripecias. Con este bucle de recursos monta Vargas
Llosa una trama anecdótica sugestiva que sirve de colchón para la verdadera
finalidad de Tiempos recios: construir una novela política y exponer una argumentación ideológica en torno al medio
siglo de la anterior centuria.” (Subrayado en el original)
Es cierto que a
veces la estructura parece un tanto complicada, pero tengo que decir que la he
podido seguir con suma facilidad y, quizá, sí me ha parecido que a veces
resultaba demasiado fragmentaria aunque sin perder nunca el eje central. Es
cierto que no hace uso de los virtuosismos que usaba en sus primeras novelas; sin
embargo, en el capítulo VII utiliza la
alternancia de diálogos de una manera magistral demostrando que está en plena
forma.
La novela tiene
muchos ingredientes y según los momentos se convierte en un thriller, en una novela de aventuras, en
otra histórica, en un análisis político o en una historia de amor, pero todo
ello muy bien conjugado de manera que el lector queda atrapado por lo que le
están contando y, cómo no tratándose de este escritor, por lo bien narrado que
está.
En el apartado de crítica política hay que decir que
no salen bien parados los Estados Unidos por la implicación tanto de su
gobierno, a través de la figura del embajador en Guatemala, uno de los
personajes mejor retratados en el libro, como de la CIA; tampoco los distintos
dictadores que en ella aparecen, especialmente Somoza, Trujillo o el
guatemalteco Castillo Armas que es el que da el golpe de estado contra Jacobo
Árbenz (personaje este que Vargas Llosa defiende con especial entusiasmo) e
incluso la Iglesia recibe por la actitud del arzobispo de la ciudad de
Guatemala ante el golpe.
Novela también de personajes, unos históricos y
otros fabulados por el autor sin que muchas veces se sepa en cuál de los dos
lados situarlos. En este sentido es muy interesante la parte final del libro,
titulada Después, en la que habla de
y con uno de los más relevantes.
No quiero dejar pasar la ocasión de reproducir el
siguiente fragmento por estar precisamente en un libro escrito por este autor:
“La idea de que Guatemala está a punto de pasar a
manos soviéticas no debe provenir de la prensa republicana y derechista de
Estados Unidos, sino más bien de la prensa progresista, la que leen y escuchan
los demócratas, es decir el centro y la izquierda.” (p. 25) (Palabras de Edward L. Bernays un
estadounidense experto en Relaciones Públicas y autor del libro Propaganda en
1928 que tuvo gran repercusión y aplicaciones posteriores.)
No quiero ser mal pensado, pero se me ocurre más de
una idea sobre algo parecido en nuestro país en tiempos bastante recientes.
Un libro muy recomendable de un escritor que está
entre mis autores favoritos desde hace muchos años y del que he leído toda su
obra narrativa, lo que me hace un tanto sospechoso, pero un texto del que me
atrevo a afirmar que es mucho mejor que los cuatro anteriores.
Además de la reseña ya mencionada hay otra también
muy interesante de José Carlos Mainer en elpais.com.
Mario Vargas Llosa, Tiempos recios.
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