Como suele ser habitual en nuestro país cuando un
escritor o escritora tiene un éxito, que se suele producir generalmente al
traducir su última novela, se aprovecha ese tirón para ir publicando su obra
anterior. En el caso de Gornick, en muy poco tiempo se han publicado tres
libros. Si el primero me pareció magnífico, el segundo ya lo encontré un tanto
inferior y este tercero va en la misma línea del segundo.
Se han recogido en este libro siete relatos muy
diferentes entre sí, tanto en su extensión, algo no demasiado importante, como
sobre todo en su concepción pues los hay
estrictamente narrativos, mientras que en otros se dedica a la reflexión. A mí,
desde luego, me han gustado mucho más los primeros porque creo que Gornick
tiene su mayor fuerza en la narración y en la descripción de personajes y
situaciones. Así, sus historias de camarera a los 18 y a los 21 años en los
Catskills, tal y como las cuenta en el segundo relato, me parecen muy buenas;
también sus recorridos por la calle que narra en el relato con el que se cierra
el libro. En otros hay reflexiones sobre el feminismo, la soledad (por cierto
en el que comparto muchas de las cosas que plantea) y la universidad, sobre
todo en relación con el tipo de profesores que la pueblan. Algo diferente de
todo lo anterior es el relato en el que, bajo el título de Homenaje, escribe sobre la autora Rhoda Munk a raíz de su muerte en
accidente de coche; un escrito en el que es muy reconocible el estilo de Gornick.
En definitiva, un libro que merece la pena leer
porque estamos ante una escritora que cuenta cosas, y lo hace muy bien, o
reflexiona sobre temas importantes, y puede ser interesante lo que dice. En
todo caso, tal y como decía antes, me quedo con su faceta de narradora y por
eso este libro me gusta menos que los anteriores.
Ni que decir tiene que el contenido es en su inmensa
mayoría, si no en todo, autobiográfico como sucede en sus libros anteriores.
Vivian Gornick, Mirarse
de frente. Traducción Julia Osuna Aguilar.
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