No es la primera vez que me sucede leer un libro de
memorias de alguien del que desconozco cualquier ejemplo de su obra. En otras
ocasiones se trató de un verdadero descubrimiento, el escritor sueco Enquist ha
sido el último caso que recuerdo pero ha habido más; lo mismo me acaba de
suceder con esta escritora antillana.
Hasta ahora no sabía de la existencia de ningún
libro de Condé; he visto que sí hay otro
publicado también por la misma editorial, Impedimenta, en el que recoge sus
memorias de infancia y juventud.
El que ahora comento son sus memorias de los años
1957 a 1967 aproximadamente que se corresponden más o menos con su veintena que
pasó casi en su totalidad en distintos países africanos. Como se sabe, por esas
fechas se estaban produciendo las independencias de varios de ellos como son
los casos de Guinea o Ghana. El hecho de desarrollarse en esos lugares y en
esos momentos es lo que dota de mayor interés a lo que cuenta Condé. Además, se
trata de una mujer muy valiente tanto por lo que hizo en su vida como por el
hecho de que sea capaz de contar algunas cosas de forma bastante autocritica en
muchas ocasiones. Así, la idea de que fue una mala madre (en esos años tuvo
cuatro hijos de diferentes parejas) o la de que haberse callado cosas como menciona
en el siguiente fragmento:
“Pero en
aquellos momentos me sentía terriblemente avergonzada. Me había encontrado cara
a cara con el principal secuaz de un dictador (se refiiere a SékouTouré), y no había hecho más que mantener una
conversación forzada e insulsa con él.” (p. 133)
Creo que el título del libro tiene mucho que ver con
esa sinceridad.
También se muestra muy crítica con los gobernantes
de varios de esos países sobre todo con ghanés Kwane Kruma y el ya citado Touré
del que cuenta cosas como:
“Al parecer, cuando estaba de visita oficial en
Brasil, SékouTouré se quedó prendado de la selva amazónica y, de regreso a
Conakri, quiso recrearla en su finca, montañas y cóndores incluidos. Decenas de
ornitólogos y jardineros se pusieron manos a la obra, trabajando día y noche,
hasta lograrlo.” (p. 131-132)
También critica muchos aspectos de la vida cotidiana
de Senegal o incluso del racismo que vivió en París unos años antes. Quizá una
de las imágenes más duras del libro es la descripción que hace de una clínica
de maternidad en Conakri. Estas críticas tienen mayor valor porque las hace
alguien que se considera de izquierdas, seguidora de Frantz Fanon y con muy
buena relación con, por ejemplo, líderes como Amílcar Cabral o Agostinho Neto.
Por lo dicho hasta aquí podría parecer que estamos
ante un libro principalmente político y
no es así. Condé relata muchos episodios de su vida; sus amores, sus amistades,
sus dificultades en los diferentes trabajos y sus primeros pinitos en la
escritura.
Además, hay muchas referencias a obras suyas en las
que incluye episodios y personajes que acaba de mencionar; referencias que,
obviamente, me he perdido al desconocer su literatura. También hay bastantes a
otros autores africanos de los que solo he reconocido a Achebe del que sí he
leído varios libros.
El libro está magníficamente escrito y Condé tiene
una gran fuerza como narradora y, ni que decir tiene, como superviviente en esa
época y en esos lugares. Muy recomendable porque, además, se desarrolla en unos
momentos históricos de los que hay poca información en este tipo de formato.
Espero que pronto traduzcan alguna de sus novelas
porque creo que es una autora a tener en cuenta. He oído que en el año 2018, en
el que no hubo concesión oficial del Premio Nobel, le dieron el Premio Nobel alternativo.
Hay una buena reseña de Jaime G.Mora en abc.es y
otra de Luis Alemany en elcultural.com.
Maryse Condé, La
vida sin maquillaje. Traducción Martha Asunción Alonso.
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