Si hace solo dos días en la entrada que hacía sobre
el último libro leído de Serguéi Dovlátov me refería a lo que había supuesto su
reciente descubrimiento en lo que se refiere a los muchos libros leídos en poco
tiempo, ahora, hablando de Ernaux tengo no solo que repetirlo sino que
ampliarlo; desde junio del año pasado me he puesto al día de todo lo publicado
por la editorial Cabaret Voltaire y ahora empiezo por lo que está reeditando
Tusquets, que es la editorial que dio a conocer hace tiempo a esta magnífica y
muy interesante escritora francesa.
El que comento se publicó en Francia en 1997 y solo
dos años después en España pero, a pesar de que he sido bastante seguidor de la
editorial que lo publicó, me pasó desapercibido.
Es un texto bastante corto, 126 páginas con letra al
tamaño ideal para personas de mi edad, y corresponde más o menos al momento
central de su carrera de escritora.
Como en todos sus libros es central lo
autobiográfico en este caso con un inicio tan potente como: “Mi padre intentó
matar a mi madre un domingo de junio.” (p. 11) Sin embargo, creo que es el
libro con menos fuerza y dureza de los suyos. A partir de ese inicio va
rememorando la época de sus 12 años ya que el suceso fue en 1952. La tienda de
sus padres, las condiciones de vida tan justas que tenían, sus estudios en el
colegio de monjas en los que muestra muy bien las diferencias sociales, etc.
Todo ello de forma muy descriptiva y hasta me atrevería a decir que un tanto
fría.
Evidentemente, los libros que leemos pueden tener o
no un carácter evocador según quien sea el lector y sus circunstancias. A mí
muchas de las cosas que cuenta sobre el mundo rural de los cincuenta en Francia
me recuerdan cosas que vi y viví también en ese mundo en los veranos de los
años sesenta.
Así, el siguiente fragmento:
“Acercarse la plancha a la mejilla para comprobar si
está cliente, ponerse de rodillas para fregar el suelo o inclinarse con las
piernas separadas para recoger la comida de los conejos, oler las medias y las
bragas por la noche.
Escupirse en las manos antes de asir la pala,
colocarse un cigarrillo detrás de la oreja para fumárselo luego, sentarse a
horcajadas en la silla, cerrar la navaja con un chasquido y guardarla en el
bolsillo.” (p. 52)
Por este tipo de cosas a mí el libro me ha gustado mucho
aunque reconozco que es quizá el más flojo que he leído de Ernaux y que no
responde a los elementos que suelen tener todos sus textos, más allá del
evidente carácter autobiográfico.
Recomendable con estas precisiones.
Annie Ernaux, La
vergüenza. Traducción Mercedes y Berta Corral.
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