Es una suerte que haya una editorial como Península que dedique
parte de su esfuerzo a publicar libros como este y como los de muchos
periodistas tantos españoles como extranjeros que están poniendo al alcance de
los lectores países y situaciones de las que si no apenas sabríamos nada. Entre
los españoles, a la lista de los Mikel Ayestaran, centrado en Oriente Medio, e Iñaki Aldecoa, que lo hace en África, se une
ahora Zigor Aldama que, viviendo en Shaghái, se ha desplazado en varias
ocasiones a la vecina Mongolia y nos lo cuenta en este interesante y muy
entretenido libro.
El libro está dividido en tres partes claramente
diferenciadas.
En la primera parte, Los nómadas, concebida como libro de viajes, narra cuatro momentos
diferentes en el tiempo cronológico y atmosférico pues va de 2006 a 2017 y
recorre en cada uno una estación del año diferente. Es donde más se habla de la
vida cotidiana además de describir los juegos, la importancia de la cetrería y
el concurso anual de la caza con águilas, y hace una incursión en un pequeño
grupo étnico, los Tsaan, con su propia forma de vida.
Las otras dos partes están concebidas más en forma
de reportajes e intuyo que la mayoría de los textos, si no todos, han sido
publicados anteriormente en diferentes medios.
La segunda, En
tierra de nadie, está centrada fundamentalmente en la vida nómada y muestra
aspectos concretos como: la vida cotidiana de una familia nómada, la atención a la infancia, la búsqueda del oro
en algunas zonas del país, el peligro de extinción del leopardo de las nieves o
la importancia de la cabra en la economía.
Una de los temas que aparecen en forma recurrente
con varias de las personas con las que conversa Aldama es la futura
desaparición del nomadismo. En los dos fragmentos que reproduzco se puede
apreciar esta idea.
“Las conversaciones nos dejan siempre un sabor
agridulce. La mayoría de los nómadas cae en la melancolía. Son conscientes de
que el nomadismo tiene los días contados.
- ---Si no nos mudamos a una ciudad es porque
allí no tenemos futuro. Y no tenemos futuro porque no hemos recibido educación.
Es la pescadilla que se muerde la cola. Pero nuestros hijos sí que han ido a la
escuela y podrán dedicarse a otras cosas. Incluso es posible que algunos
apliquen sus conocimientos al pastoreo para que sea más productivo y, así,
también más atractivo económicamente – dice esperanzado Bahitbergen Uranbai, un
hombre de etnia kazaja que se mueve con la casa a cuestas siete veces al año.”
(p. 158)
-
“- Dudo que ningún mongol que estudie en la universidad
regrese al campo. Aunque algunos idealizan este tipo de vida por el contacto
con la naturaleza, lo cierto es que no aporta nada en el ámbito intelectual. Es
un desierto de ideas y de conocimiento.” (p. 168)
(Una
estudiante de medicina)
En la tercera, Los
urbanitas, escribe sobre lo que sucede
en Ulán Bator, la capital que reúne a un tercio de la población del país, una
ciudad rodeada de barrios de yurtas (la vivienda tradicional de los nómadas) en
los que malviven la multitud de inmigrantes que se han ido desplazando desde el
interior. Una ciudad muy variopinta en la que hay desde grupos neonazis a grupos de heavy metal que, como pasa con The Hu, son conocidos internacionalmente.
En todo momento Aldama va narrando lo que ve, pero
también las penalidades que pasan tanto él como Miguel, el fotógrafo que le
acompaña en la mayoría de los viajes. Así, nos enteramos de los problemas que
hay cuando están con los nómadas para usar el váter, o algunos alimentos que
tienen que consumir sin que se note el asco que les produce (la leche de yegua
o la cabeza de cordero, por ejemplo) y el frío que pasan cuando duermen en las
yurtas pues la estufa consume enseguida el combustible de bosta de vaca y se
pasa la mayor parte de la noche apagada, mientras la temperatura exterior está
sobre los 25 o 30 grados bajo cero.
En definitiva, un libro que toca muchos aspectos de
la vida en una país casi totalmente desconocido y del que no llegan apenas informaciones
de ningún tipo, pero que tiene gran interés por ser uno de los pocos lugares
del planeta donde se mantiene esa forma de vida nómada.
También hay que destacar la agilidad con la que Aldama
va narrando las diferentes vicisitudes e introduciendo las conversaciones que
tiene con los habitantes, lo que hace que la lectura resulte muy entretenida
además de provechosa.
Una sola pega a la edición. En el mapa de Mongolia
que se incluye los topónimos no siempre coinciden en la forma de escribirlos
con los que se utiliza en el texto lo que se presta a más de una confusión.
Hay una buena reseña de FMoya en
literaturadeviajes.com
Zigor Aldama, Adiós
a Mongolia. El último viaje de los nómadas.
Me parece un libro muy interesante, sobre todo porque es una parte del mundo de la que conocemos poco, a pesar de toda su belleza e historia. Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
ResponderEliminarUn abrazo.