Amigorena es un escritor argentino que escribe en
francés porque siendo él muy joven sus padres se exiliaron a Francia por la
situación política que había en Argentina. Dice en una entrevista con Marc Bassets en el país.com: “Me molesta mucho cuando
se dice que soy un escritor franco-argentino, o un escritor argentino que vive
en Francia. Como escritor me considero solamente francés. Mi idioma de
escritura es el francés”. En esa misma entrevista se habla de su obra anterior
y de cómo este libro rompe un poco con el cierto hermetismo que tienen sus
anteriores escritos.
Desde luego este libro se lee con
gran facilidad porque cuenta un fragmento de la historia de su abuelo Vicente,
un judío polaco que llegó de Polonia en 1928 buscando una vida mejor, se casó
con la hija de un fabricante de muebles y puso una tienda de venta de esos y
otros muebles. Una vida sencilla y agradable que se complicó al empezar la
Segunda Guerra Mundial y la persecución de los judíos ya que su madre quiso permanecer
en Varsovia donde quedó recluida en el gueto. La primera carta que le envió a
Vicente empezó a crearle un malestar que se fue acrecentando a medida que
pasaba el tiempo y que llegaban otras cartas mostrando el empeoramiento de las
condiciones de vida.
Tras una de ellas, Vicente inicia
un periodo de silencio y una época en que salía a diario a jugar al póker para
perder el dinero que ganaba en el negocio. Todo ello como forma de expiar la
culpa que sentía por la situación de su familia. En estas emocionantes páginas
está lo mejor de un libro que está magníficamente contado y escrito.
El autor da de vez en cuando alguna
información sobre lo que estaban haciendo los nazis para la represión de los
judíos, informaciones que no siempre coinciden con algunas de las que he leído
en el libro de Laurence Rees recientemente comentado en el blog, pero que en
todo caso son cuestiones de matiz sin mayor importancia.
Además del tema de la culpa,
también hay varios momentos en los que se trata el de la identidad. Así, por
ejemplo, reflexiona el protagonista en el siguiente fragmento:
“Y fuimos elegidos. Pero nunca
supimos realmente para qué. Fuimos elegidos solo para preguntarnos por qué
fuimos elegidos. ¡Es eso! Somos judíos. Soy judío. Pero no sabemos qué es. No
tenemos ni idea de qué es eso. Y lo más bello y lo más triste es que nunca
vamos a dejar de preguntárnoslo, y que no lo vamos a saber nunca.” (p. 63)
(Esta reflexión creo que es igualmente válida para muchas, por no decir
todas, de las identidades)
Cambiando radicalmente de tema, me
ha llamado la atención y me ha sorprendido, la visión que se da en el libro del
jefe del estado polaco Pilsudski, no tan negativa como la que estaba
acostumbrado a ver.
Para finalizar una referencia al
traductor y a la traducción. Caparrós es primo de Amigorena y, además, ya había
escrito sobre el personaje del abuelo. Hay una nota final en la que explica
algo importante sobre la traducción:
“Y decidí traducirlo al argentino
porque es mi lengua y la lengua de Santiago y la lengua en la que todo esto
sucedió; me habría gustado reproducir las erres levemente erradas de aquel
castellano tan correcto, tan cuidado que nuestro abuelo hablaba. Y pude
traducirlo al argentino porque sé que cualquier lector hispano lo lee, lo
entiende –incluso, quién sabe, lo disfruta.” (p 156)
Desde aquí agradecerle que lo haya
hecho así pues argentino es el escritor y, sobre todo, porque lo era de hecho
ya su abuelo y, además, se desarrolla
toda en el Buenos Aires de principios de los cuarenta. Creo que la obra gana
con los giros y expresiones que son los típicos de la zona. Y sí, señor
Caparrós, yo lo he disfrutado como lo hago cada vez que leo sus escritos.
Un libro muy recomendable pues
condensa en poco más de 150 páginas muchos momentos de la historia, muchos
sentimientos y muchas emociones.
Además de la entrevista-reseña ya
citada, hay otra interesante de Núria Escur en lavanguardia.com.
Santiago H. Amigorena, El gueto interior. Traducción Martín Caparrós.
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