“La escritura de Abdelá Taia parece fácil. Demasiado
fácil. Expresión infantil. Frases cortas. Vocabulario limitado y sencillo como
el de un niño. Torpezas lingüísticas que lo excluyen automáticamente del Olimpo
de los escritores. Pero tiene a su favor lo que constituye la lengua de los
grandes, una lengua universal, ni francés ni árabe, la lengua del corazón.” (p.
204)
Más allá de que yo no soy capaz de detectar esas posibles torpezas, lo que sí soy capaz de percibir es el sentimiento que pone en cuanto cuenta.
El libro está compuesto por 25 breves capítulos que
en su mayoría dedica a recoger experiencias y momentos de su infancia y algo de
su juventud con un marcado carácter autobiográfico. Taia nació en 1973 en un
pueblo cerca de Rabat en el seno de una familia con escasos recursos y siendo
el séptimo hijo después del primogénito varón y de cinco mujeres (luego vendría
otro varón). Tuvo muy mala salud al principio y requirió mucha atención y
cuidados. Esta parte del libro es interesante para ver cómo funciona una
familia así en un contexto tan difícil.
Sin embargo, en los últimos capítulos cambia el
contenido y dedica cada uno de ellos a un personaje. Destaca los que dedica a
Osama, un compañero de colegio del que, aunque no sea muy explícito, el autor
estaba enamorado; al escritor Mohamed
Chukri al que admira profundamente y al que me atrevo a decir que imita en
algunos pasajes (Chukri ha aparecido muchas veces en el blog porque es un
escritor que me encanta tanto lo que cuenta como la forma de hacerlo); o a Starobinski, un escritor que desconozco pero
del que Taia se reconoce deudor.
Tanto en la primera como en esta segunda parte, yo
destacaría esa escritura sensible en la que, además, se insinúan cosas que no
terminan de explicitarse como puede ser, por ejemplo, la homosexualidad del
autor. Hay que decir que el libro lo escribió estando ya en Francia aunque
algunos capítulos parece ser que estaban ya redactados en Marruecos.
La verdad es que es un texto que se lee con interés
y con agrado aunque, obviamente, no estemos ante un gran libro.
Dejo el siguiente fragmento como ejemplo de su forma
de escribir:
“Creo que en Marruecos se tiene miedo al amor. Nunca
se expresan directamente los sentimientos. Sin embargo, la ternura es algo
omnipresente. Proviene sobre todo de las mujeres.” (p 34)
Abdelá Taia, Mi
Marruecos. Traducción Lidya Vázquez Jiménez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario