miércoles, 2 de diciembre de 2020

Novelón a la vieja usanza


Empezaré el comentario con algunas citas.

En el apartado Nota y gratitudes con el que Padura cierra el libro se lee: 

“Los acontecimientos históricos a que se hace referencia en el libro ocurrieron en la realidad (…)

Los personajes y las historias están inspirados en individuos reales  (…) pero sus biografías son ficticias.

En cambio los lugares por los que se nueve la trama (…) son sitios con existencia real (…)

La obra de la imaginación apenas ha sido convocar todos esos elementos históricos, humanos y físicos de una época y diversos espacios, para darles la forma de novela”. (p. 667) 

En la solapa la editorial ha destacado fragmentos de algunos comentarios sobre la obra general del autor. Entre ellos los dos siguientes: 

“Maravilloso sentido de la narración”. Oscar Hijuelos

“Magnífico creador de personajes verosímiles, complejos, en especial los de suma fragilidad”. Carlos Zanón.

He decidido comenzar con estas citas porque en ellas está el mejor resumen que se puede hacer de esta, por tantos conceptos, magnífica novela.

No es la primera ni mucho menos que leo del autor y en todas ellas hay que destacar lo mismo que se lee en esos comentarios: la magnífica creación de personajes y el gran sentido de la narración. Estoy hablando de una novela que, teniendo 665 páginas en formato grande y tipografía bastante concentrada, se lee con enorme facilidad y con creciente interés. Los personajes que la pueblan son gente de carne y hueso con sus virtudes y sus defectos, con sus problemas de supervivencia en una sociedad complicada y sus problemas de relación tanto amorosos como amistosos, con las dificultades laborales normales y, varios de ellos, con el deseo de salir de la isla.

No lo he dicho, pero la obra transcurre fundamentalmente en Cuba hasta que se vaya produciendo la diáspora de muchos de sus protagonistas. Estos forman un grupo variopinto de amigos, el Clan,  en el que hay tanto hombres como mujeres; blancos, negros y mulatos; hetero y homosexuales, miembros del partido comunista por razones diferentes y otros que no lo son pero tampoco son manifiestamente opuestos al régimen, etc. Eso sí, prácticamente todos son titulados universitarios desde arquitectura a física pasando por veterinaria, y en su inmensa mayoría proceden de familias con buena posición económica aunque muchos de ellos no la tengan.

La novela se va moviendo en el tiempo y si comienza en la actualidad, pronto irá al año 1990, para ir y venir de unas épocas a otras (algo a los ochenta y a diversos momentos de los noventa y del siglo XXI), y de un lugar a otro ya que varios de los miembros del grupo terminan en lugares como: Madrid, Barcelona, Miami, Puerto Rico o en el estado de Washington.

Con todo ello Padura va mostrando un conjunto de acciones y reacciones humanas ante la vida que, por otra parte, no siempre es fácil en su Cuba natal. Como hace en las novelas que se desarrollan en la isla, Padura no deja de reflejar los aspectos más negativos, desde los problemas para la mera supervivencia -en este caso, además, parte de ella se desarrolla durante el periodo especial que se puso en marcha al desaparecer la Unión Soviética-,  hasta la falta de libertad para muchas cosas.

Durante la lectura de este libro he tenido en más de una ocasión las mismas sensaciones que cuando leía la tetralogía de Elena Ferrante y, como me pasaba también con esos libros, me ha costado dejarlo y no he podido alternar con la lectura de otro tipo de texto como suelo hacer siempre porque  es uno de esos libros de lectura absorbente si se entra en la historia, claro está.

Solo haría un par de breves observaciones. Por un lado, en la relación de uno de los jóvenes con una novia danesa se deja llevar demasiado por los tópicos y, por otro lado, no entiendo muy bien a qué viene ese ataque un tanto superficial al independentismo catalán.

En cualquier caso se trata de una novela muy entretenida y muy interesante. Ni que decir tiene que también muy bien escrita, pero esto es algo habitual en Padura, aunque en este caso he echado de menos una mayor utilización de modismos propios de la isla.

Hay una buena reseña de Ricardo Baixeras en elperiodico.es.

 

Leonardo Padura, Como polvo en el viento.

 


 

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