martes, 30 de marzo de 2021

Sobre el colonialismo portugués

El imperio colonial africano portugués fue el último en desaparecer y lo hizo tras una larga guerra en las colonias y un golpe de estado en la metrópoli encabezado, precisamente, por militares que estaban destinado en África. Ese golpe lo vivimos en España con gran esperanza porque terminaba con la dictadura más duradera de Europa occidental y pensábamos que podía ser el comienzo para quitarnos de encima la nuestra. Como ya se sabe, eso sucedió pero por la extinción natural de nuestro dictador con las consecuencias que tuvo para el tipo de transición a la democracia que se hizo en España, pero ese es otro tema.

La autora, nacida en 1963, era una niña cuando Mozambique se independizó. En este libro, que fue escrito y publicado en 2009 en Portugal, nos cuenta sus recuerdos de la vida en la colonia y sus primeras impresiones cuando sus padres la enviaron a Portugal dado el cariz que estaban tomando los acontecimientos en Lourenço Marques, la actual Maputo.

Creo que es el texto más claro y combativo que he leído nunca contra el colonialismo escrito, además, por una blanca con la vida bastante bien resuelta pues su padre era el encargado de la electrificación. Precisamente a la relación con su padre le dedica bastante espacio porque, aun queriéndolo mucho, veía en él al mujeriego, pero sobre todo al racista que era. Así, en referencia a esta relación dice lo siguiente:

“Recibí todos los discursos de odio de mi padre. Los escuché a dos centímetros de mi rostro. Sentí el salivazo del odio, que sale más caro que la saliva del amor, y enfrenté, mirándole a los ojos, su rabia, su frustración, su ideología, tan torpe. Escuchando, sin decir nada, sin asentir nunca, jamás me permití mover un músculo, y yo, entera, fui una contundente negación”. (p. 166)

Si bien es cierto que también apunta que era capaz de tener una buena relación con su vecino negro al que ayudaba con frecuencia.

Sobre el racismo imperante en la colonia valga el siguiente fragmento: 

“El negro estaba por debajo de todo. No tenía derechos. Tenía los de la caridad, y si la merecía. Si era humilde. Si sonreía, si hablaba bajo, con la columna vertebral ligeramente inclinada hacia el frente y las manos cerradas la una dentro de la otra, como si rezase”. (p. 35)

Y sobre el carácter del colonialismo, en este caso de los portugueses, creo que el texto que reproduzco a continuación es un buen alegato: 

“Las personas no cambian. Cuando las reencontramos, muchos años después, entendemos por qué nos apartamos de ellas.

“Los negros, los cabrones, los hijos de puta. Llegué de allí hace un año. Nunca dejé que me faltasen al respeto. Me llamaban mamá, me llamaban tía, y yo les decía, no soy tu madre, que yo no soy puta. Ni tía, querido cabrón. Y no me asaltas porque soy blanca y extrajera; y pongo a la policía detrás de ti, querido africano de mierda”.

Escuché esto toda mi vida. Vengan a hablarme del colonialismo suavecito de los portugueses… Vengan a contarme la historia de los burros que vuelan”. (p. 192)

(Se refiere a una amiga de su madre) 

Como se ve, más que comentar el libro he preferido dejar que este hablase por sí mismo. Es una magnífico texto, muy bien escrito, con gran sensibilidad y hasta lírico en ocasiones, pero también duro en otras como, por ejemplo, cuando narra las vejaciones a las que al tomar el poder los africanos sometieron a algunos colonos. Otro tema es si estaban explicadas y/o justificadas  por toda la historia anterior

Un libro de lectura muy recomendable porque al interés y la novedad del tema se añade una buena escritura.

Acompaña esta edición un conjunto de fotos que en su mayor parte, en mi opinión, no aportan nada especial al texto porque son fotos de la autora en esos años, pero que desde luego tampoco estorban.

Hay una buena reseña de Andrés Seoane que incluye también opiniones de Figueiredo en elcultural.com.

Portugal tardó muchos años en recuperarse de esa pérdida y en asimilar a toda la población tanto de colonos como de africanos que llegaron al país.

Es curioso que en el caso de España en la que, aunque tuvo poca presencia africana, sí dominó durante mucho tiempo Guinea Ecuatorial, no ha habido al menos que yo conozca ningún relato similar al de este libro.

 

Isabela Figueiredo, Cuaderno de memorias coloniales. Traducción Antonio Jiménez Morato.

 

 

 

 

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