Una primera consideración que surge
de la lectura de este libro es la sana envidia que produce que existan medios
que, como el New York Times, puedan
tener varios años a un periodista dedicado a investigar y escribir sobre los
problemas de los océanos. Este es el caso de Ian Urbina, hijo de hispano e
irlandesa, que ha recorrido los principales lugares del mundo persiguiendo las
noticias sobre los diferentes problemas que sacuden las aguas que forman las
dos terceras partes del planeta.
En este recorrido se ha subido a
multitud de barcos ya sea para acompañar a los ecologistas persiguiendo a
furtivos que pescan merluza negra o a los policías que persiguen a los barcos
tailandeses que faenan frente a las costas de Somalia; al barco donde una
doctora holandesa practica abortos en las aguas internacionales frente a
México, Polonia o Marruecos o a pesqueros vietnamitas para describir las
condiciones de vida de los trabajadores. Y así, a lo largo de los 15 capítulos
en los que está dividido este extenso libro de 531 páginas de texto más casi
otras cien de notas y bibliografía.
Es mucho lo que se aprende con su
lectura. Tengo que reconocer que yo desconocía la mayoría de los problemas de
los que escribe Urbina, algo relativamente normal teniendo en cuenta que es muy
raro que aparezcan en los medios de comunicación salvo que se produzca un caso
especialmente llamativo por lo dramático. Ahora bien, casi todo lo que se
aprende, por no decir todo, es negativo, esto es, la situación en los mares es
bastante descorazonadora desde casi cualquier punto de vista: maltrato a las
personas y a los animales; búsqueda del beneficio inmediato sin tener en cuenta
las consecuencias de la sobrepesca; cruceros de lujo vertiendo ilegalmente los
detritus y desperdicios; plataformas petrolíferas que se hunden cuando dejan de
ser útiles; barcos que son verdaderos depósitos de armas y hoteles de
mercenarios; compraventa de personas, en este caso por deudas ,sí, lo más
parecido a la esclavitud… Basten estos ejemplos de la riqueza de informaciones
que ofrece Urbina.
Además, estamos ante un periodista
que trabaja en los lugares de los que va a escribir, que investiga in situ
aunque, obviamente, también obtenga información de otros trabajos tanto de
prensa como de libros. También ante alguien que es capaz de transmitir la
información de una forma muy clara y con una gran agilidad narrativa. En
algunos momentos parece que estamos leyendo más una novela de acción que un
reportaje por la dinámica de los hechos y la manera de contarlos. No diré que
es un libro que se lee de un tirón, pero sí que es de los que apetece leer un
rato cada día.
Del Epílogo del autor reproduzco un par de fragmentos que son muy significativos de su trabajo y sus conclusiones:
“Los cerca de cuatro años
que pasé informando de los océanos sin ley me tuvieron en constante movimiento,
una experiencia a la vez desconcertante y sublime. Considerando una unidad,
este viaje me ha llevado a lugares tan ajenos que la experiencia parece la de
un viaje por el espacio. Y un viaje en el tiempo: he visto cosas –piratería,
pesca de ballenas, esclavitud, corsarios…- que había asumido que pertenecían
por completo al pasado…
(…)
La impunidad es la norma en el mar (…) Son burócratas y no investigadores los que llevan a cabo las escasas inspecciones (…) Justicieros y mercenarios privados, en la misma medida que la policía o las fuerzas navales, patrullan en alta mar…”. (p 513-514)
También quiero dejar constancia de
la magnífica entrevista de David Ruiz con el autor en lavanguardia.com en la
que hay una repuesta que nos concierne y que demuestra que muchas de las malas
prácticas que se producen en los océanos son para nuestro “beneficio”:
“El
océano es un lugar oscuro. ¿El nuevo Salvaje Oeste, un lugar sin ley lleno de
oportunidades?
Todos
los tipos de abusos, ya sean contra los derechos humanos o delitos ambientales,
se derivan de un problema fundamental, que es la falta de gobernanza en el mar,
especialmente en alta mar. Hay tres formas en las que las malas conductas
ocurren de manera rutinaria y con impunidad: muy pocas reglas, falta de
cumplimiento e insuficiente conciencia de lo que está sucediendo allí. Estos
problemas también están conectados en el sentido de que ocurren con una cierta
complicidad tácita de todos los que vivimos en tierra. Todos somos los
beneficiarios del desorden en alta mar. El 90% de los productos que consumimos
viajan por vía marítima, y los gobiernos se despreocupan de los canales
comerciales y, por lo tanto, de las reglas. Podemos acceder a productos increíblemente
baratos que llegan a nuestros estantes con una velocidad increíble”.
Un
libro algo más que interesante como, por otra parte, suelen serlo los que está
publicando la editorial Capitán Swing traduciendo obras de periodistas
estadounidenses.
Eso
sí, al cierto sabor amargo que deja su lectura por cómo están los mares, se une
el hecho de la escasísima información que nos llega lo que demuestra, una vez
más, que los medios sirven para otras cosas bastante menos importantes para el
futuro de la humanidad.
Hay
una buena reseña de Mario Amadas en culturamas.es
Ian Urbina. Océanos sin ley. Viajes a través de la última frontera salvaje.
Traducción Enrique Maldonado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario