Dentro de la
“campaña” de relectura que emprendí hace unos meses no podía faltar un texto de
uno de mis escritores favoritos. No he tenido ninguna duda a la hora de
seleccionar cuál debía ser ya que, a pesar de los casi veinte años
transcurridos de su primera lectura, recuerdo el impacto que me causó siendo
alguien que tiene una memoria bastante penosa.
Zweig es un
escritor realmente magnífico y uno de los intelectuales importantes de su
época. Ambas cosas se ponen de manifiesto en este libro que, por cierto, ha
tenido y sigue teniendo mucho éxito en nuestro país.
Dice el autor en el segundo párrafo del prefacio:
“Nada más lejos de mi intención que colocarme en primer término, a no ser que se me considere como un conferenciante que relata algo sirviéndose de diapositivas; es la época la que pone las imágenes, yo tan solo me limito a ponerle las palabras; aunque, a decir verdad, tampoco será mi destino el tema de mi narración, sino el de toda una generación…”. (p. 9)
Y es uno de
los aspectos más relevantes del libro. Aunque aparezca como memorias y pudiera
parecer algo casi exclusivamente personal, es cierto que lo que se conoce más
que su propia trayectoria, que también, es la de toda una generación.
El libro está
dividido en 16 capítulos que siguen un orden cronológico. Yo lo dividiría en
tres partes diferentes en la extensión y el tratamiento. En los primeros
capítulos escribe sobre su infancia y juventud, última década del siglo XIX y
primera del XX, y en ellos hace muchas e interesantes comparaciones en cómo
eran algunas cosas en esa época y cómo han evolucionado para ser tan diferentes
en el momento en que escribe (año 1941). Así, por ejemplo, lo hace con la
enseñanza, la sexualidad o la prostitución entre otros temas. (He de decir que
esto me ha llevado a hacer algo parecido en mi experiencia y he encontrado
bastantes similitudes aunque haya muchos años de diferencia, pero es que
nuestro país ha sufrido un atraso brutal en gran parte del siglo pasado). A continuación,
en lo que constituye el núcleo del libro, Zweig relata sus experiencias en
diferentes lugares. Así, en Berlin, Zurich, París o Londres en los que vivió
cierto tiempo, o en Rusia (la URSS), Estados Unidos o Sudamérica a los que
viajó de forma puntual. Aquí nos presenta a muchos escritores, intelectuales y
políticos con los que tuvo relaciones como Theodor Herzl, Walter Rathenau,
Romain Rolland, Rilke o Gorki, entre otros. En la tercera y última se centra
sobre todo en lo que estaba pasando desde la llegada de Hitler al poder y es la
parte del texto más reflexiva y menos narrativa. En ella siguen apareciendo
personajes de la relevancia de Freud o Richard Strauss.
Por lo dicho,
se puede deducir que es muy poco lo que cuenta sobre su obra y menos, apenas
alguna frase, sobre su vida privada. Lo primero es una lástima porque las pocas
referencias que salen son muy interesantes para quienes hemos leído casi todos
sus libros traducidos. Sobre lo segundo hay varias biografías que inciden mucho
en ello.
Es importante conocer las circunstancias en las que Zweig escribe el libro, pues como afirma también en el Prefacio:
“Lo escribo en plena guerra, en el extranjero y sin nada que ayude a mi memoria. En mi habitación de hotel, no dispongo de un solo ejemplar de mis libros, ni de apuntes, ni de una carta de amigo”. (p. 15)
Hay que tener
muy buena memoria para relatar muchas de las cosas que cuenta, pero, por otro
lado, el carecer de documentación creo
que tiene la ventaja de llevarle a centrarse en aspectos más fundamentales y a hacer
reflexiones más personales.
El libro está
todo él atravesado por su liberalismo (burgués) y su pacifismo consecuente este
con su cosmopolitismo. Es una versión de la época que, lógicamente, admite
matices, pero que está hecha con enorme sinceridad y, como no podía ser de otra
forma, extraordinariamente escrita, con ese estilo tan característico del
autor.
Evidentemente,
en un libro tan extenso, 546 páginas, hay momentos para todo aunque todo
resulta muy interesante. A mí me han llamado la atención algunas cosas
concretas por razones muy diferentes. Así: lo magníficamente que están
reflejados los momentos de inicio de la I Guerra Mundial en Austria y también
la inmediata posguerra; me ha parecido muy interesante lo que escribe sobre las
razones de su éxito (de alguno de sus libros se vendieron 20.000 ejemplares el
primer día); también los ejemplos que da de su amplísima colección de
manuscritos; desde otro punto de vista, resulta curioso y de alguna manera
intrigante el gafe que pareció perseguirle al principio con sus obras de teatro,
ya que tres grandes actores murieron antes de llegar a estrenarlas; y,
finalmente, lo que comenta sobre la guerra civil española, a raíz de su breve
estancia en Vigo camino de América, me parece que refleja muy bien su forma de
pensar.
En fin, creo
que es uno de esos libros importantes de los que, además de disfrutar de la
simple lectura, se puede sacar más de una enseñanza.
Hay una buena
reseña en leeresvivirdosveces.com
Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo.
Traducción J. Fontcuberta y A.Orzeszek.
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