No se me ocurre mejor forma de iniciar mi comentario que tomando prestado este fragmento de la reseña hecha por El Libro Durmiente en reeditor.com:
“Las trincheras de la esperanza es más que un libro. Es un azote a las conciencias, un chute de horror, lleno de relatos de personas rotas por fuera y por dentro. Cuando crees haber leído algo terrorífico, el siguiente capítulo hace boom y te revienta con otro drama. Y cuando el estómago amaga con revolverse, Pampliega busca la magia y la encuentra con víctimas que se levantan con sus prótesis. Como pueden. Pegan codazos en la pared del mundo por una salida. Y en casi todas, está Alberto Cairo”.
Aquí están, magníficamente
resumidos, todos los puntos clave de un libro que a lo largo de sus 26
capítulos nos ofrece un panorama muy completo del horror que ha padecido ese
país. Prácticamente en todos hay un protagonista con problemas físicos o
psicológicos. Así, alguien sin las dos piernas y un brazo; a otro le faltan la
mano derecha y el pie izquierdo; hay una niña de 7 años sin una pierna; otros
con parálisis cerebral; hay adictos al opio; no faltan los pacientes en un
hospital de quemados; y, por si esto fuera poco, hay un capítulo de una gran
dureza dedicado a un centro para enfermos mentales con condiciones infrahumanas
y del que el gobierno no quiere saber nada.
¿Qué tienen todos en común?
La presencia del fisioterapeuta italiano Alberto Cairo que lleva 28 años en
Afganistán trabajando para la Cruz Roja y haciendo una labor de la que
Pampliega da unos datos realmente apabullantes. Un Cairo que no solo lleva todo
el tema de las prótesis del hospital de Kabul, sino que ha ido logrando que se
crearan otros centros especializados en otros lugares del país.
El periodista estuvo un mes
en Afganistán y recorrió diferentes lugares como Helmand en el sur, donde se
entrevistó con drogadictos, Herat donde visitó el centro en el que están los
enfermos mentales y, desde luego, Kabul en cuyo hospital de la Cruz Roja
trabaja Cairo y desde allí proyecta la atención a los diferentes colectivos con
problemas.
Pampliega escribe para llamar
la atención sobre un país y unas situaciones realmente dramáticas en la mayoría
de los casos. Unas situaciones que están sucediendo ahora mismo porque lo que
cuenta es de hace apenas tres años y, además, muchas cosas habrán empeorado
tras la reciente victoria de los talibanes. Esa llamada de atención tiene un
componente emocional muy grande y el libro conmueve en todas sus historias y en
todas sus páginas. Hay algunas historias que acaban mejor que otras, pero en
todas ellas hay mucho sufrimiento de partida. Quienes lo superan, y hay muchos
casos en el libro, llegan a lograr una vida relativamente buena aunque, no sé
si será solo casualidad, la mayoría de ellos trabajan actualmente para la Cruz
Roja, es decir, no sé qué pasará con los cientos y cientos que circulan con sus
prótesis en un país como Afganistán.
Pampliega no escribe apenas sobre la situación política que se encuentra, pero cuando lo hace deja fragmentos tan claros y contundentes como el siguiente:
“Desde la caída de los talibanes se ha protegido a los corruptos, se han dado puestos de responsabilidad a despiadados genocidas y se utiliza lo peorcito de cada casa para que vele por los intereses de aquellos que se lucran con el tráfico de drogas”. (p. 203)
Por otra parte, las mujeres
son muy protagonistas del libro, tanto porque hay bastantes entre los
personajes entrevistados, como porque se dan informaciones interesantes y
significativas como, por poner solo dos ejemplos, el dato de que es el único
país del mundo en que se suicidan más mujeres que hombres o el de que la edad
de las mujeres en el 50% de los matrimonios es de menos de 16 años.
También es de una mujer, más concretamente Nilofar, la capitana de la selección nacional de baloncesto en silla de ruedas, la siguiente afirmación:
“Sé que podemos cambiar nuestro país. Costará. Será con esfuerzo y tesón de generaciones y generaciones. Paro cambiaremos la situación. Las mujeres somos el futuro de este país. Los hombres lo han llevado a la ruina y nosotras lo levantaremos”. (p.313)
Ojalá se cumpla aunque el
presente no apunta precisamente en esa dirección.
En fin, un libro necesario,
intenso, duro en muchos momentos, exigente para el lector, conmovedor,… Un
libro que hay que agradecer a su autor.
Antonio
Pampliega, Las trincheras de la
esperanza. Alberto Cairo: el hombre que reconstruye vidas en Afganistán.
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