Hoy comento la que fue su primera publicación en 1973 y
tengo que decir que me extraña que haya tardado tanto tiempo en traducirse. De
hecho la inmensa mayoría de los libros que se han publicado en España se
corresponden con lo que escribió en los noventa y, sobre todo, ya en este
siglo; hay que tener en cuenta que Ernaux nació en 1940. Decía que me extrañaba
este retraso porque me ha parecido uno de los mejores libros que he leído de
ella.
A lo largo de sus algo más de 200 páginas, hace un repaso a
la relación con su familia en su infancia y juventud en la que destaca la
necesidad que va viendo, a medida que pasa el tiempo, de desclasarse, de salir
de ese ambiente cerrado de la tienda de ultramarinos que regía su desordenada
madre y de la bodega aledaña que llevaba su padre y en la que ella pasaba horas
viendo cómo se emborrachaban los parroquianos y cómo, a veces, se dirigían no
muy amablemente a ella.
En ese repaso se habla de cuando tenía 5 o 6 años, luego más
o menos 13 y, finalmente, cuando empieza en la universidad. Además, como parte
de ese desclasamiento, Denise, la protagonista (en este caso Ernaux no utiliza
su nombre real), estudia en un colegio privado en el que sufre varias
humillaciones por su origen social, humillaciones de las que se venga a través
de la obtención de unas notas brillantes.
Sobre esa relación con sus padres pueden ser un buen ejemplo
los siguientes fragmentos:
“Todo está sucio, mugriento, feo, vomitivo… Me voy a pillar
todos los microbios. Es culpa suya si… me da igual lo que digan los profesores
sobre los padres. Yo era un monstruo, una niña horrible, una perdida, en el
fondo… Los odiaba a los dos, me habría gustado que fueran de otra manera,
dignos, presentables en el mundo real.”. (p. 132)
“Era una cabrona, me avergonzaba… Cada vez más. No es
verdad, no los odiaba, cuando iba a ese colegio monjil, pensaba en ellos, que
se quedaban ahí, deslomándose, con sus cajas, sus cuentas, imágenes grises… Me
enternecía… papá, mamá, los únicos que se preocupan realmente por mí, solo los
tengo a ellos”. (p 138)
Aquí, como se ve por el final del segundo, hay un cierto
arrepentimiento por la brutalidad del resto.
Ernaux no me gusta solo por lo que cuenta; también es muy
importante el cómo lo hace. En los fragmentos reproducidos ya se puede apreciar
parte de su estilo que la editorial resume muy bien en la contraportada cuando
afirma que tiene: “Una escritura cruda, arrrojada al papel brutalmente,
desprovista de cualquier autocensura. Frases aceradas, tensas, como escritas
con urgencia para no olvidar, para no retroceder ante tanta verdad”.
Esta forma de escribir hace que llegue hasta lo más hondo de
un lector que se deje llevar por lo que le están contando incluso, como pasa a
veces en este libro, cuando hay una cierta reiteración de los sentimientos y
emociones de la protagonista, alguien que expresa así una de sus ambivalencias:
“Expresión oral torpe a pesar de los buenos resultados, escribían
las maestras en el boletín de notas… Llevo dentro de mí dos lenguajes, los
puntitos negros de los libros, saltamontes locos y gráciles, junto a palabras
grasas, gordas, contundentes, que penetran en el vientre, en la cabeza, que
hacen llorar en la parte de arriba de la escalera sobre la caja de galletas o
reír debajo del mostrador… “El padre, irritado, amonesta a su hijo”, dice la
gramática, eso no tiene importancia, pero “¡la muy asquerosa ha vuelto a meter
mano a los quesos de los clientes!”, y la tienda se ensombrece, y mi madre
berrea….Las únicas cosas de verdad son esas, las que se sienten, también en la
entrepierna”. (p. 91-92)
Además de la relación con su familia y también con alguna
compañera del colegio, hay algo de sus primeros “amores”; de hecho el libro
empieza y termina con un aborto.
Un libro magnífico que me ha dejado con ganas de volverlo a
leer próximamente. Creo que no sería mala idea que Cabaret Voltaire, la editorial que está publicando su obra,
insistiese en traducir más textos de esa primera época. Puede que estén algo
menos pulidos, pero demuestran la fuerza de esta escritora que no tiene
problemas para contar los aspectos menos gratos de su vida.
Hay información sobre este libro y sobre la autora en un
artículo de Pepa Blanes en cadenaser.com
Annie Ernaux, Los
armarios vacíos. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.
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