Con este autor me está sucediendo lo mismo que me pasó hace
unos años con John Fante, otro gran
autor norteamericano, y es que en muy poco tiempo estoy leyendo todo lo que se
ha traducido de él. Como me pasa con otros autores, esta lectura la hago de
forma totalmente desordenada y así el que hoy comento es el último libro de
memorias que ha escrito hasta ahora y, sin embargo, es el primero que leo, si
bien es verdad que es también el primero que se ha traducido. Eso sí, ya tengo
encargado el primero que dedicó a este tema.
En este libro combina muy bien la autobiografía con la
biografía de su padre tanto en lo personal como, sobre todo, en su faceta de
escritor. Un padre muy peculiar con el que tenía una relación complicada;
algunos ejemplos: “Papá nunca hizo que nos sintiéramos bienvenidos y le traía
sin cuidado la presencia de nietos”. (p. 36) “Papá tenía poco tacto y ningún
sentido de la diplomacia, pero era capaz de entablar conversación con
cualquiera”. (p.40) “Ningún miembro de su familia asistió al oficio”. (p 40) (Se refiere al que se hizo en la funeraria
tras su muerte). “Partir maderos era la única actividad que puedo
atestiguar que mi padre realizara al aire libre…”. (p. 80) “Años más tarde papá
recordó con cariño que Billy, el defensor
fue la última película que vimos juntos. No tuve ánimos para decirle que fue la
única”. (p. 85) “El problema surgía cuando alguien no compartía la fascinación
de papá consigo mismo. La única percepción correcta de cualquier situación era
la suya”. (p 112)
Y así podría seguir reproduciendo frases en la misma línea.
Pero ese padre, a los treinta y seis años hizo algo poco habitual como fue
dejar un buen y productivo trabajo para encerrarse a escribir libros de ciencia
ficción por un lado y, sobre todo, de pornografía. Escribirlos y lograr
publicarlos hasta llegar incluso, después de muchos años, a escribir de forma
personalizada según el gusto y las necesidades del cliente.
Offutt nos cuenta esta faceta de su padre a partir sobre
todo de la mitad del libro. El padre muere en 2013 y deja en herencia a Chris:
un escritorio, un rifle y ochocientos kilos de porno. A partir de ese momento
nuestro autor se pone la tarea de revisar y ordenar todo ese material, labor en
la que va descubriendo aspectos inéditos de su padre que ahora no descubriré.
Esa muerte pone al descubierto, si es que se puede decir
así, la existencia de la madre, alguien que estuvo toda su vida detrás y al
lado de su marido, de hecho era quien pasaba a máquina los manuscritos. Dice
Offutt “Jamás los oí discutir, ni siquiera discrepar”. (p.88) Eso sí, tras su
muerte apareció una nueva persona.
A Chris la lectura del material heredado le mostró cómo era
realmente su padre porque además de los libros, tanto escritos por él como los
que acumuló de otros, había miles y miles de cartas que se cruzó con otros
escritores y con clientes. A partir de este material nos pone en contacto con
una realidad que incluso él desconocía.
El libro es una especia de tributo, pues como él mismo
afirma: “No echo de menos a mi padre, pero sin el forcejeo con sus grilletes el
mundo es aterrador e inmenso. He perdido una especie de propósito, una razón
para demostrar quién soy”. (p. 182)
Offutt no solo escribe muy bien, sino que es capaz de
transmitir sus sentimientos y sensaciones con decisión y claridad. Como dice
Michael Chabon en el fragmento que la editorial reproduce en la contraportada:
“Capaz de transmitir la realidad más dura sin inmutarse, la prosa de Chris
Offutt es una de las mejores de la actualidad…”. Poco más puedo añadir. Solo
recomendar la lectura de cualquiera de los libros del autor. Yo tengo la suerte
de que aún me quedan tres por conocer.
Chris Offutt, Mi padre
el pornógrafo. Traducción Ce Santiago.
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