martes, 21 de marzo de 2023

Un gran viaje

Tengo al autor como uno de los grandes reporteros de nuestro país y así lo he dicho comentando en el blog sus otros libros y, desde luego, en este momento creo que es el que más y mejor escribe sobre la realidad de un continente que sigue siendo desgraciadamente muy desconocido a pesar de su relativa cercanía. Incluso el mismo Aldekoa tiene que reconocer, lo que por otra parte le honra, sus carencias como se puede apreciar en el siguiente fragmento:

 

“Le prometí que buscaría su trabajo (se refiere a varios artistas congoleños) y me retiré, avergonzado porque, mientras que Jean Paul conocía perfectamente a varios pintores europeos, yo no conocía a aquel trío de pintores consagrados, pese a llevar toda mi vida trabajando en África” (p. 240)

 

Este es el cuarto libro que dedica a África y en él sigue más la línea de Hijos del Nilo que la de Indestructibles, es decir, es más un libro de viajes que un reportaje. Y es que lo que ha hecho Aldekoa es recorrer ese inmenso río desde su nacimiento hasta su desembocadura haciéndolo sobre el agua siempre que le ha sido posible lo que ha sucedido, por otra parte, en la mayoría de los tramos. Es un largo viaje en kilómetros y, lógicamente, en tiempo, pero además es un viaje de gran dureza tanto física como psicológica. Ha tenido que bregar con situaciones difíciles, sobre todo en los tramos terrestres, ante los controles que ejercen fuerzas rebeldes en zonas donde no hay presencia real del estado, controles en los que hay que pagar para poder seguir; también ha padecido robos y hasta motos estropeadas. A eso se unían las dificultades para comer, dormir o lavar, aunque estas también las tuvo cuando viajaba en los tramos fluviales.

En el libro nos va transmitiendo los diferentes lugares por los que atraviesa y en muchos casos sus interrelaciones con las gentes del lugar, aunque no de la misma forma y con la misma profundidad con la que lo hizo en Indestructibles porque, vuelvo a insistir, este es más un libro de viajes. En este sentido me ha recordado bastante al Paul Theroux de El último tren a la zona verde, el libro que dedicó a un viaje por una zona cercana a la que recorre el autor.

Evidentemente, no sería Aldekoa si además de lo mencionado no dedicase una parte a otro tipo de temas. Así, escribe sobre la tala de árboles según el conocimiento que tuvo en un viaje anterior; sobre las minas de coltán y cómo se están aprovechando empresas extranjeras; sobre lo que pasó con Patrice Lumumba tras la independencia, aquí reproduciendo un interesante discurso del rey belga Balduino (sí, ese que se casó con la tan católica española Fabiola); la historia más reciente con el presidente Kabila o la brutalidad que existió en la época colonial, entre otros.

Volviendo al viaje, quisiera destacar las condiciones en que lo hace que son, porque así lo ha querido, las mismas en las que viajan los propios congoleños. Así describe la situación del Mampeza, el “barco” en el que realiza el mayor tramo sobre el río:

 

“La suciedad del barco era una amenaza: si durante el día la mugre y los trozos de pescado llenaban la cubierta, por la noche el barco era territorio de insectos, gusanos y cucarachas que campaban a sus anchas, el Mampeza hacía años que no había recibido una enjabonada digna. Parecía una pocilga flotante. La mezcla de grasa y suciedad acumulada, unida a la sangre, las vísceras y los restos de comida de la cocina, creaba charcos de color pardo que se pegaban a los pies. Nadie limpiaba nada. Como mucho, algunos grumetes arrastraban un poco el líquido con sus chanclas y lo empujaban hasta hacerlo caer por la borda.” (p. 256-257)

 

Hay que tener en cuenta que en esas condiciones pasaban semanas y muchos de los que viajaban lo hacían sin prácticamente dinero. Claro que esto queda perfectamente explicado en este diálogo con uno de los grumetes de la embarcación:

 

 “”¿Tú has sufrido alguna vez en la vida?”, había dicho Al Qaeda, y la pregunta permanecía suspendida en el aire.

Seguro que no, porque pocas cosas son comparables al sufrimiento de los más miserables de Congo. Pero no dije nada. No supe decir nada.

Ante mi silencio incómodo, Al Qaeda se contestó a sí mismo.

- En Congo hay quien sufre más o menos, pero todos sufren, todos sufrimos. La vida aquí es eso.” (p.271)

 

En fin son muchas las cosas que se pueden comentar de este magnífico libro, pero no quiero alargame. Solo un par de cosas más: en el capítulo 8, titulado El dragón, hace una descripción de una tormenta que me parece realmente espectacular y de una gran calidad literaria; también agradecer que mencione a Óscar Martínez, un periodista salvadoreño cuya obra, que he descubierto en lo últimos tiempos, me parece imprescindible para conocer la realidad de Centroamérica.

La edición se acompaña de un buen conjunto de fotografías de las que destaco sobre todo las del Mampeza.

Un libro, pues, muy recomendable tanto por lo que se aprende, como por las reflexiones que el lector puede hacer sobre ese tipo de realidades. También porque está muy bien escrito y con la sensibilidad que ya ha demostrado el autor en toda su obra anterior.

Una buena aproximación al libro se puede encontrar en el artículo que ha publicado en el número 8 de la Revista 5W, número que está dedicado precisamente al agua.

Hay una extensa y muy interesante entrevista de David Valiente con el autor en librujula.publico.es

 

Nota (poco importante): Creo que en la página 193 se ha colado una errata en la cifra del presupuesto del gobierno de Kabila.

 

Xavier Aldekoa, Quijote en el Congo

 

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