No han pasado ni dos meses desde que leí Quebrada, la segunda y última por ahora
novela de la autora, y ya estoy comentando la primera que publicó, Al igual que
aquella se trata de una obra muy corta pues apenas tiene 143 páginas además con
muchos espacios en blanco. Está dividida en 63 capítulos de, lógicamente, poca
extensión.
Tienen también otras cosas en común: el paisaje
desolado del desierto y la llegada a zonas en las que hay agua en abundancia,
el lenguaje muy preciso y escueto, el desarrollo de la historia en el mundo
rural sin especificar ni dónde ni cuándo y unos personajes bien definidos y
poco comunicativos.
La diferencia fundamental sería que esta primera
novela se puede perfectamente clasificar como un wéstern, una historia de
venganza en el que la violencia está presente en todo momento, de forma
soterrada al principio y muy explícita al final. Dice en un momento dado
Manoel, el narrador de la historia:
“Me pedía siempre que la dibujara a ella. Pero yo le
explicaba que no. No, Luisa, no puedo dibujarte. Solo dibujo el rencor”. (p.
58)
A partir del asesinato del miembro de una familia de
otra localidad que ha llegado a un lugar buscando a una mujer se desata la
violencia. Primero serán tres hermanos del muerto los que vienen a vengarle y
luego se reunirá un grupo de gente para vengarse de esa venganza. Todo un conjunto
de hombres que demuestran a lo que puede llegar la naturaleza humana, al
sinsentido de muchos comportamientos.
Como decía antes, todo desarrollado en el marco de
una naturaleza difícil pues al polvo del desierto le sucede el exceso de lluvia
y de calor húmedo. Tanta agua que tendrán que buscar cadáveres en los grandes
charcos que se forman.
Magníficamente narrada, la historia atrapa desde las
primeras líneas gracias al lenguaje y a la escueta, pero muy precisa, forma de
narrar. Así, el segundo párrafo de la novela puede ser un buen ejemplo:
“En una de las vueltas del viento norte, se nos
apareció Loprete. Llegó lúgubre, un poco perdido, preguntando por Pepa. Hablaba
sin urgencia, pero decidido. Busco a Pepa, dijo, apenas lo vimos en lo del
Tano. Lo dijo seco, como si tuviera la
boca vacía y se le llenara con eso. Lo miramos extrañados, un poco sorprendidos
por su figura concreta en la tarde abrasadora, como si la bruma de polvo que
nos envolvía esa tarde lo hubiese materializado para que así de repente
preguntara por Pepa”. (p 7)
Si tuviera que poner algún pero al libro sería quizá
el exceso de personajes que aparecen que, al menos a mí me ha pasado, cuesta
trabajo identificar a veces.
Una novela muy recomendable como lo es la otra
publicada por Travacio a quien habrá que seguir atentamente.
Para un mayor y mejor conocimiento del libro remito
a dos reseñas: la de Santi en unlibroaldia.blogspot.com y la de Beatriz Vignoli en pagina12.com.ar. En ambas hay interesantes referencias y comparaciones con
las obras de otros autores.
Mariana Travacio, Como si existiese el perdón.
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