Desde luego la capacidad de trabajo y la creatividad
de esta escritora francesa fue absolutamente increíble. Nacida en 1903 en Kiev,
se trasladó con su familia a París en 1919 y terminó asesinada en Auschwitz en
1942, es decir, que tuvo menos de veinte años para escribir, quizá algo menos
pues lo hacía en francés. Pues bien, este libro hace el número diecisiete de
los traducidos desde que la misma editorial Salamandra, que ha publicado todos
sus libros en España, publicó la afamada Suite
francesa, y me imagino que aún pueden quedar otros, sobre todo teniendo en
cuenta la calidad de este Dos.
Tiene Némirovsky muchas virtudes literarias y no es
la menor el ser una gran contadora de historias, una gran narradora. Tiene
imaginación, sabe crear personajes llamativos, construye buenos diálogos y en
sus historias siempre suele haber, sea como trasfondo o en primer plano, temas
interesantes.
En esta novela son varios los temas que se tratan:
el amor, el matrimonio, las relaciones entre padres e hijos, la madurez o la
vejez.
Para ello se sirve fundamentalmente de los miembros
de dos familias: los padres, que no mantienen demasiado buenas relaciones
entre sí, y sus hijos que, junto con
algunos otros amigos, irán tejiendo diferentes relaciones a lo largo de la
novela.
De los temas que antes enumeraba es quizá el del
matrimonio el que sale peor parado. Un fragmento puede servir de ejemplo:
“Hasta entonces él y su esposa no habían conocido la
maldición congénita del matrimonio: las peleas sin motivo que estallan
repentinamente, como una tormenta en pleno verano, y que, raras al principio y
motivo de vergüenza para los dos cónyuges, acaban ocupando el tiempo y la mente
de ambos y produciéndoles un oscuro placer”. (p. 22)
Pero más allá de esto, incluso aquellos que logran
mantenerse no solo tienen conflictos como los del fragmento, sino que suele
haber un tercero o tercera en discordia. Está claro que la autora no tiene una
visión muy optimista sobre esta institución.
La novela, publicada en 1936, transcurre durante los
años veinte pues se inicia en la inmediata posguerra, 1919, y termina en 1931.
Sin embargo no hay en ella ninguna referencia a los “felices” veinte si bien se
puede deducir por las ganas que tenían
los jóvenes de fiesta y diversión.
En la novela hay varios momentos en los que la
narradora reflexiona sobre distintos aspectos de forma un tanto pesimista a
veces como en el siguiente fragmento dedicado a la vejez:
“Todo adulto (…). Cuando llega a viejo, pese a las
consoladoras ficciones del amor filial y conyugal, sabe a ciencia cierta, y
cada día con más claridad, que su dominio sobre esos corazones se debilita, que
ya no le quieren, que lo compadecen, que lo respetan y lo soportan, pero su
presencia, su existencia, ya no es necesaria para nadie”. (p. 165)
Hacía tiempo que no leía una novela de Némirovsky
(creo que he leído todo lo traducido) y, sinceramente, he pasado un buen rato y
me he llevado también algún disgusto como la lectura del fragmento anterior. En
cualquier caso, sigo recomendando la obra de esta escritora que no sabemos
hasta dónde podría haber llegado de no haber tenido tan terrible final.
Irène Némirovsky, Dos. Traducción José Antonio Soriano Marco.
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