Hace más de
seis años que leí La tribu. Retratos de
Cuba del mismo autor. Le había perdido la pista y de repente me encontré
con este libro que obtuvo el 4º Premio Anagrama/Universidad Autónoma de Nuevo
León de Crónica Sergio Gonzálñez Rodríguez, concedido por un jurado en el que
estaban nada menos que Juan Villoro, Leila Guerriero y Martín Caparrós entre
otros. Una garantía.
El libro es la
crónica, y algo más, del encierro que tuvo lugar entre noviembre de 2020 y
enero de 2021 de un conjunto de personas en protesta por la detención del rapero
Denis Solís.
Álvarez se
desplazó desde Nueva York para participar en el mismo y tuvo problemas de todo
tipo empezando por los tests dado que se desarrollaba en plena pandemia del
Covid.
En el texto va
alternando dos tipos de escritos: por un lado, la crónica de algunos aspectos
del encierro, de los problemas que tuvo con la policía, junto con algunas
reflexiones como, por ejemplo, la que hace en el capítulo que titula
Dictadura y revolución y, por otro lado,
bajo el epígrafe de Vida breve, hace
pequeñas biografías de 6 a 8 páginas de los encerrados. Estas son las que más
me han interesado y me han enseñado porque, dada la variedad de esta gente,
reflejan muy bien cuál ha sido la evolución de lo sucedido en la isla en los
últimos veinte o treinta años. Variedad de orígenes geográficos y sociales, de
profesiones (mayoría de artistas, pero también un científico, un profesor o un
documentalista) y de evolución personal, pero con algo en común:
“Negros,
pobres, desplazados, vivían en casas precarias rodeados de hoteles lujosos para
turistas de pantorrillas blancas. Representaban todo lo que la revolución
prometió reivindicar y terminó persiguiendo, cazándolos para ocultarlos. No
solo ponían sobre la mesa la liberación de un rapero, sino que abrían el
abanico de posibilidades para la forma de una república nacional negra”. (p.
54)
Evidentemente,
tanto en un tipo de texto como en el otro, la carga crítica contra el régimen
cubano es permanente. No en balde el encierro lo hacen gentes que están en
contra del mismo a lo que han llegado, y eso es quizá lo más interesante, desde
posiciones de partida muy diferentes ya que a alguno le viene ya de familia,
pero la mayoría empezaron apoyando al régimen y participando en algunas de sus
instituciones.
Especial
mención merece el capítulo en el que Álvarez narra su detención porque, además,
emplea un estilo diferente al del resto del libro.
La crítica
abarca todos los temas que nos podamos imaginar, desde las carencias de todo
tipo hasta la brutalidad policial, aunque hay una especial incidencia en el
aspecto cultural dado el tipo de personas que protagonizan el encierro.
Un ejemplo que
puede ser un buen resumen
“Estanislao
Zuleta habló de “la sobrevaloración de imágenes como indicadores de esencias”.
A un edificio destruido se le oponía una niña sonriente en una escuela. A una
fila para comprar huevos, un médico con su bata auscultando a un paciente. A un
policía repartiendo palos, una playa con sol y una mulata zalamera. A los
veinte dólares del salario mensual promedio, las tasas mínimas de mortalidad infantil
por cada mil nacidos vivos”. (p. 71)
En definitiva, un libro muy interesante e instructivo sobre la situación de aquel país o, al menos, de cómo la ve la gente que no está de acuerdo con el régimen. El tema de Cuba siempre es motivo de acaloradas polémicas en nuestro país. Más allá de algunos matices que introduciría en alguna de sus reflexiones, tengo que decir que en lo fundamental me creo lo que cuenta Álvarez y, además, también me fío mucho de los que le han concedido el premio.
Carlos Manuel
Álvarez, Los intrusos.
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